Episodio 4

LYNETTE

DOS HORAS ANTES

—Lo siento, señorita Finn, ha habido un error por parte de la aerolínea —me dice la recepcionista a cargo. 

—¿Entonces qué procede? —inquiero con cautela. 

La chica que debe ser menor que yo, y aparenta tener mucha experiencia, comienza a teclear con frenesí, sin apartar los ojos del monitor. Luego marca un número en el teléfono de la compañía y habla un par de cosas alejándose un metro de nosotros. 

Malek se inquieta entre mis brazos y tengo que comenzar a arrullarlo para que no llore, estornuda y poco a poco se queda dormido. 

—Listo, señorita, le hemos cambiado el vuelo uno atrás, pero el destino es el mismo. 

Eso me deja un poco más tranquila, firmo un par de documentos y me cambian el boleto, cuando termino, paso a la cafetería y mensajeo con mi madre, posteriormente le mando un mensaje a Daniela para informarle la causa de mi retraso, espero una hora hasta que el vuelo en el que iremos a Italia, comienza. La clase de segunda no es tan mala, he ahorrado lo suficiente, bien podría irme en la clase turista, sin embargo, he tenido malas experiencias y no quiero que el primer vuelo de mi hijo sea así. 

Sus ojos verdes me sonríe y alejan todo lo malo que me pueda rodear, subimos al avión y esperamos pacientes las instrucciones para levantar vuelo. 

—Todo estará bien, mi amor —le susurro acariciando sus mejillas rosadas con cariño—. Mamá te va a proteger siempre. 

Estando en el vuelo, recibo un mensaje de un número desconocido, tuve que cambiar de móvil para que el padre de mi hijo no nos encuentre. 

“Hola, espero te encuentre bien, soy Zair Kaegan, conseguí tu número gracias a tu registro de salida de tu hijo” 

Releo el mensaje, mi historia y pasado con él, son oscuros, hubo una época en la que yo no era la misma persona que soy yo, usualmente dirían que todos cambiamos, solo lo hacemos físicamente, mentalmente, sin embargo, la esencia del alma es la misma, en mi caso, todo se destruyó aquella noche. 

LYNETTE: Gracias por tu preocupación.

ZAIR: Llámame en cuanto llegues a tu destino. 

No le avisé a nadie a dónde me iría, solo a Daniela, por lo que seguro piensa que me iré a algún estado del país, no es así, mientras más distancia tengamos de Alan Soto, será mejor. 

LYNETTE: Entendido. 

Apago mi móvil y me espero un par de minutos hasta que siento la necesidad de orinar. El problema viene cuando me levanto con mi bebé de brazos para ir al baño, hay gente a la espera, sin poder aguantar más, incluso cuando intento volver a mi asiento, un señor me empuja, haciendo que casi caiga de bruces. 

Malek comienza a querer llorar, lo arrullo para que termine por tranquilizarse, hasta que una de las azafatas se acerca a mí, sabiendo que soy la única en el vuelo que tiene un bebé en brazos y que hay demasiada gente esperando por el baño, habla con su superior para que hagan una excepción y me dejen usar el baño de la primera clase. 

Cosa que agradezco, me dice que solo hay una persona y que espere un momento, asiento. Los minutos pasan, cuando de pronto, miro a mi izquierda y me paralizo ante los cinco hombres que se ponen de pie con armas en la mano, una de las azafatas grita al verlos, sin embargo, antes de que pueda hacer más escándalo, uno de ellos le llega por detrás, le cubre la boca y todos los pasajeros de la primera clase bajan la mirada, temerosos de que puedan atentar contra sus vidas. 

Los otros cuatro se acercan a mí, intento proteger a mi bebé, no obstante, uno de ellos tira de mi brazo con fuerza, el miedo a que lastimen a mi bebé, me hace actuar, grito en un intento en vano por defender lo que es mío, cosa que solo los provoca, ya que enseguida, el hombre que me sostiene con fuerza, me suelta una bofetada que hace arder la piel de mi mejilla, me gira el rostro y casi pierdo el equilibrio. 

—¡Apártate de mi camino, zorra! —expresa con odio. 

—Que hermosa muñequita tenemos aquí —dice su compañero. 

De dos zancadas lo tengo frente a mí, levanta la mano para tocar mi rostro, pego a mi hijo que no para de llorar contra mi pecho, y cierro los ojos esperando el golpe, o lo que sea que vaya a suceder, cuando una mano fuerte y sólida, rodea mi brazo con facilidad y me atrae hacia el interior del baño, es un hombre alto, delgado, pero fornido, no le veo bien el rostro, ya que su atención se encuentra sobre los matones, aunque logro admirar su color de cabello castaño claro con destellos rubios, alborotado. 

—Vaya, pero qué tenemos aquí. 

Su voz eriza mi piel, es ronca, cruda, gruesa, con toque siniestro que harían llorar a cualquiera, mi bebé deja de llorar y antes de que pueda seguir viendo los hechos, el hombre misterioso cierra la puerta a sus espaldas, encerrándome por protección. 

BRENTT

Dicen que un matón conoce a otro, y estos no vienen de la mafia turca, como esperaba, son parte de la organización, noto el tatuaje en forma de rosa negra que tienen todos en el cuello, lo que me hace saber que son enviados por la Cosa Nostra, símbolo de los Roman, por lo que el maldito Consigliare debe haberlos enviado. 

—Lo siento mucho, pero tenemos órdenes de llevarte con nosotros —ríe el líder con malicia. 

Me quedo quieto, no hago nada, estudio sus acciones, miradas y movimientos, cuando uno de ellos intenta atacarme, le atesto un golpe a puño limpio en el rostro, de inmediato su mandíbula cruje, la sangre le brota, los otros tres se me vienen encima, no deben provocarme, crecí, peleé y me críe bajo las normas de la orden, sí, pero a lo largo de mi vida me he manejado a mi antojo y quien me conoce solo un poco, sabe que soy el mejor peleador de la organización.

Cazo, elimino, mato, peleo, limpio mi propio camino y gano cada guerra que me propongo, mis oponentes y enemigos entienden una cosa, conmigo en su camino, lloran sangre, tragan miedo y mueren siendo cobardes. Uno a uno los elimino hasta que el pasillo termina siendo un charco de sangre, no los mato, eso llevaría mucho tiempo legal pisando tierra, y no tengo tiempo, debo encontrar a Lynette Finn, recuperar a mi segundo hijo y proponerle un nuevo trato que tengo en mente. 

Al finalizar, se llevan a los matones a una de las bodegas, hablo con el que está a mando del equipo de vuelo, y regreso al baño para sacar a la mujer que metí, la misma que cargaba un bebé en brazos. El asunto es que ya no está, uno de los pasajeros me informa que una azafata vino por ella, que al parecer era de la clase segunda, por lo que habiendo acabado con todo, regreso a mi asiento. 

Siento un fuerte dolor en la pierna, me tomo un analgésico y espero a que esta tortura acabe. Llegando a Italia, mando a uno de los trabajadores a que me envían el equipaje a mi hotel, luego paso a comer algo, vuelvo a llamarle a Fabricio sin obtener respuestas, mi detective privado me informa que la localización que le aparece en el mapa satelital al rastrear su móvil, es de su casa. 

Para cuando llego al hotel, le pido a uno de mis hombres guardia que tengo en Italia, que me ayude a localizar a Lynette, posteriormente entro en mi habitación, mi maleta está en sobre la cama, la abro pero… 

—Qué carajo —frunzo el ceño. 

No es mi maleta, hay ropa interior de mujer, de bebé, localizo una carpeta con documentos y al leer el nombre del propietario, me parece que es mi día de suerte, reconozco el nombre; Lynette Finn, el asunto es que al ver su foto de identificación, me doy cuenta de que es la misma mujer que vi en el avión, la que cargaba al bebé, mi hijo, Fabricio no se equivocaba cuando dijo que era hermosa. 

Lo es, sin duda, rubia, de cabello largo por debajo de los pechos turgentes, firmes y redondos, con ligeras ondas, sus ojos son de un gris que en persona son mucho mejor, con motas oscuras, tez clara y piel tersa como la porcelana, labios hinchados, rosados y una nariz respingona que heredó a mis hijos. Tomo la maleta, llamo a la recepción y me dan el número de la habitación en la que se está hospedando, abro la puerta con la intención de irme, cuando me quedo quieto al verla frente a mí, con la mano levantada como si hubiera estado a punto de llamar. 

Ella me mira con sus redondos ojos de muñeca, soy mayor que ella, soy un hombre de treinta años, mientras que ella una mujer de veintiséis. Pero mis ojos son magnetizados por los de alguien más, y ese alguien es mi hijo, el mismo bebé que tiene en brazos. 

—Hola —su voz tiende de un hilo. 

Ladeo una sonrisa de media luna, sin gracia, porque me conozco, ahora que he encontrado un nuevo medio para un fin, no pienso dejarlo escapar. 

—Parece que tienes algo que me pertenece, Lynette Fin. 

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