Sean desapareció de una manera extraña, simplemente se esfumó en el aire. Después de que me reuniera con él esa noche y que mi esposo nos descubriera, al día siguiente esperé que cumpliera su amenaza y que aquel contrato que tanto pánico me provocaba saliera a la luz y empeorara la situación de mi familia.
Pero no hubo nada. Ese día y los siguientes fueron tranquilos. El único cambio que hubo fue que mi marido cambió su lujoso auto Bugatti por una camioneta plateada de la costosa marca Cadillac.
—Es más adecuada para un papá, ¿no crees? —me abrazó por la espalda mientras yo veía con desconfianza aquella enorme camioneta en la puerta de la casa—. Podremos salir de paseo los tres. Además, Ethan necesita un lugar seguro, y un deportivo no lo era.
Tuve que darle la razón en ese punto, porque su anterior coche no era para nada un transporte adecuado para nuestro bebé. Me giré en sus brazos y le acaricié el rostro.
—¿Y dónde está el otro auto? Pudiste conservarlo, ¿no tienes una fila de coch