A los 7 meses, Ethan ya se sentaba perfectamente, probaba la comida que Adam y yo le ofrecíamos, balbuceaba todo tipo de sonidos y comenzaba a gatear; era más activo que ya no podíamos dejarlo solo en ningún momento del día y le emocionaban todo tipo de cosas, especialmente cuando veía volver a papá.
El día que cumplió los 7 meses, organicé una pequeña fiesta para él en casa, aunque solo cumpliese un mes más. Yo quería que mi hijo tuviese una vida maravillosa y supiera que siempre fue amado. Compré globos grandes de helio y, junto al personal de la casa, decoramos el jardín. Compré pastel, preparamos aperitivos e invité a otras madres, esposas de los amigos de Adam, para que ellas y sus hijos pasaran un buen rato; aunque saltaba a la vista que yo a ellas no les gustaba.
Vestí a Ethan con una camisa blanca, un pantalón crema corto con tirantes y zapatitos negros, para que luciera encantador, y finalmente le pasé un peine para bebé por el fino cabello rubio, sonriéndole.
—¡Qué guapo! —