Apreté los párpados y me retorcí bajo su cuerpo, disfrutando la sensación de su lengua recorriendo el largo de mi cuello. Tenía la cara caliente, todo mi cuerpo ardía, se quemaba. Había pasado tanto tiempo desde la última vez, exactamente 5 meses. ¿Cómo había soportado esa larga abstinencia, cuando ya era una adicta a mi esposo?
—.. Adam... —gemí, incapaz de contenerme.
Al instante él se detuvo, me miró con ojos críticos. Llevó un dedo a mis labios.
—Shh, Hannah. No quiero oírte hablar.
Miré su rostro; había excitación en él, pero también una notable distancia. Su cabello se encontraba ligeramente húmedo por el esfuerzo y sus mejillas levemente rojas, con los ojos chispeantes por el placer, aunque permanecía en ellos una emoción severa.
—¿Por qué... no quieres que hable? —murmuré con ojos de cordero, puestos en los suyos.
Adam bajó la mirada a mi cuerpo desnudo, me observó a detalle y tragó saliva, moviendo la cabeza levemente en una negativa. Después dio un empuje brusco, que me produ