CAPITULO 4

Desperté por el sonido de la alarma que me indicaba que ya era hora de levantarme para ir a trabajar. Di vueltas sobre la cama como todas las mañanas y de pronto recordé lo que había sucedido horas antes, por eso estiré mis manos buscando su cuerpo, pero solo encontré las sábanas vacías.

Destapé mi cabeza que estaba cubierta por las mantas y di una mirada alrededor con la esperanza de verlo en alguna parte de la habitación, pero él ya no estaba aquí.

Lo primero que hice al levantarme fue darme una larga ducha de agua caliente y después me dispuse a preparar el desayuno.

Estaba tan ensimismada en mis pensamientos mientras sostenía la taza de café en mis manos que cuando el teléfono sonó me llevé un gran susto derramando la bebida caliente sobre mi mano.

—¡Carajo! —exclamé al quemarme.

De inmediato abrí el grifo y metí la mano bajo el agua fría mientras que con la otra atendía el teléfono.

—Diga.

—Buen día, Rocio. Soy Carina, la secretaria de Fernando. Acabo de enviarte a tu correo los últimos reportes de ventas. Él pidió que tú los revisaras y luego me pasaras el informe a mí. Después de que termines, puedes tomarte el resto del día libre. No hace falta que vengas a la oficina hoy.

—¿Él no va a necesitarme para nada más?

—No. Me dijo que tiene varías reuniones fuera de la empresa y que estará todo el día ocupado.

—De acuerdo.

—Nos vemos mañana.

—Hasta mañana, Carina.

No entendía porque me había dado libre el primer día que trabajaría como su asistente personal, pero supuse que se debía a lo que había ocurrido entré nosotros horas antes. Tal vez estaba arrepentido de haberse acostado conmigo y no quería verme la cara, ya que no es la primera vez que lo hace.

Lo que hicimos anoche fue uno de los tantos errores que venimos cometiendo desde que nos conocimos, pero lo peor de todo, es que ninguno de los dos puede parar con esto, ambos estamos demasiado involucrados.

Estaba muy molesta conmigo misma por ser tan débil, por no poder resistirme y por continuar haciendo lo que él quiere.

Salí de casa tratando de despejar un poco la mente de tantos problemas y me dirigí hacia la cafetería donde solía ir cuando estaba en la universidad porque siempre me ha gustado el ambiente y el café que sirven en ese lugar.

Pedí un descafeinado y luego me senté en una de las mesas que daban hacia las ventanas de la calle.

Mientras bebía aquel café, me distraje leyendo uno de las documentos que me envió Carina y entonces fuí sorprendida por un rostro familiar.

—¡No lo puedo creer! ¿Cuando regresaste? —Daniel, mi ex novio de la universidad estaba parado frente a mí.

—Hace un par de meses...

—¿Y porque no me avisaste? —puso sus brazos como asas mientras me miraba con el ceño fruncido.

—Lo que sucede es que no he tenido mucho tiempo libre.

El corrió la silla de enfrente en donde se sentó mientras me observaba detenidamente.

—¿Como te ha ido todo esté tiempo? Me imagino que si estás aquí, es porque finalmente pudiste olvidarlo.

—Bueno, con respecto a eso... —estaba acorralada, no sabía que responderle.

—Supongo que no has vuelto a verlo, ¿verdad?

—¿Que dices? Claro que no —era obvio que estaba mintiendo, pero por mucho que intente ocultarlo, el sabe muy bien cuál es la verdad.

—A mí no me engañas —me miró a los ojos y no pude sostenerle la mirada —. ¡Lo sabía! Sabía que no podrías alejarte de él. Ay, Rocío. ¿Hasta cuándo vas seguir con esa absurda relación? —alcanzó mi mano mientras me miraba con pena.

—Sé que no lo entiendes pero no es fácil para mí dejarlo, no después de todo lo que hemos vivido juntos.

Ambos nos quedamos en silencio mientras mirábamos por la ventana hacia afuera, ninguno sabía que decirle al otro para tratar de comprenderlo.

Cuando ingresé en la universidad conocí a Daniel, era el muchacho más encantador que había visto y me sentí atraída de inmediato hacía el. Al poco tiempo comenzamos a salir y yo realmente creí que de esa manera podría olvidar a Fernando, pero cuando estaba en segundo año de la carrera de administración, él sorpresivamente se transfirió a la misma universidad en que yo estudiaba y entonces todo comenzó de nuevo.

No tardó mucho tiempo hasta que Daniel se dió cuenta de mis sentimientos hacia él y por eso tuve que confesarle toda la verdad. Lo bueno de eso fue que el lo entendió y hasta terminamos siendo muy buenos amigos.

Antes de que terminara de cursar el tercer año de la carrera, Fernando se comprometió con Susana por petición de su padre y entonces me di cuenta que debía alejarme de él cuánto antes.

Después de abandonar los estudios, me fui a la ciudad dónde vivían mis padres, allí conseguí un trabajo mediocre ya que no tenía experiencia y tampoco tenía un título universitario.

Pasé casi dos años alejada de fernando, dos largos años en donde no supe nada de él y todo parecía volver a la normalidad hasta que las cosas se complicaron cuándo las deudas de la hipoteca sobre la casa familiar comenzaron a acumularse y ya no podíamos pagarlas, entonces decidí regresar a la capital en busca de un préstamo para poder liquidar la deuda.

Fuí a todas las entidades bancarias e incluso visité algunos prestamistas pero ninguno quiso darme un préstamo.

Ese mismo día recibí una llamada de mis padres diciéndome que el banco los había intimado a pagar la deuda en 48 horas o de lo contrario los iban a desalojar.

Después de oír la desesperación y la angustia en la voz de mi madre me sentí como una completa inútil, una buena para nada que ni siquiera podía ayudar a su propia familia.

Totalmente derrotada, fuí a beber a un bar en donde gasté los últimos dólares que me quedaban. Bebí hasta embriagarme y cuando ya no tuve dinero para seguir consumiendo, terminé peleando con el cantinero y por consiguiente me echaron a patadas de aquel lugar.

Estaba sentada junto a un contenedor de basura, en el obscuro callejón que había detrás de aquella taberna, en donde me tragué mi orgullo y al final terminé llamando a la única persona que podría ayudarme en esa situación.

Con las manos temblorosas y un nudo en la garganta marqué uno por uno los números de su teléfono y luego esperé hasta que contestara.

—Diga —mis lágrimas comenzaron a caer en cuanto oí su voz.

—Fernando, estoy desesperada. Necesito tu ayuda —le supliqué con la voz temblorosa.

Un silencio absoluto se oyó del otro lado, un silencio que oprimía mi pecho y me demostraba que él no siempre estaría dispuesto a ayudarme, pero aunque me doliera, era de esperarse después de haber desaparecido durante dos años sin siquiera enviarle un mensaje. Entonces cuando estaba a punto de colgar, oí que soltó un suspiro.

—¿Dónde estás?

—Llevo varios días aquí en la capital.

—Eso ya lo sé —para ser sinceros no me sorprendía que ya supiera que había vuelto, porque él siempre sabe cada movimiento que hago, solo espera pacientemente a que yo vuelva a buscarlo —. Dime, dónde te encuentras ahora.

—Estoy afuera de un bar en la quinta avenida, detrás del gran estadio nacional.

—Quédate ahí, no tardaré.

Luego de un par de minutos, él fue a recogerme como había prometido, me llevó a un hotel y después de acostarse conmigo me dió el dinero que necesitaba para saldar la deuda de la hipoteca. A cambio me pidió que volviera a estar cerca suyo y fue por eso mismo que me ofreció trabajo en la compañía de su familia.

Volviendo al presente...

El gran inconveniente que se me había presentado ahora era tratar de explicarle a Daniel que no solo había vuelto a ver a Fernando, si no que además, trabajaba para él siendo su asistente personal.

—Rocio, escucha. No sé cuál es tu situación o que tipo de relación tienes con Fernando pero quiero ayudarte —apoyó su mano sobre la mía —. Eres mi amiga y solo deseo que estés bien.

Sabía perfectamente que las intenciones de Daniel eran buenas, también era consciente de que debía alejarme de Fernando, porque lo que tenemos no es algo sano y tarde o temprano terminaremos haciéndole daño a personas que no se lo merecen.

Pero el problema es que no quiero hacerlo, simplemente no puedo...

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