CAPÍTULO 3: TE ODIO
Máximo detuvo sus movimientos con rapidez.
—Rebeca, no hagas esto ―sus ojos eran complicados ―Esto también me duele, ¿crees que no sé cómo te sientes?Ante sus palabras ella se quedó inmóvil, él rara vez la llamaba Rebeca. De acuerdo con las reglas de la empresa, debía mantener la distancia, cuando trabajaban en la empresa, la llamaba: asistente Miller.Máximo tomó sus manos y dijo en voz baja.—Déjame quedarme una noche. En este momento, mi tío debe estar buscándome, aquí es el único lugar donde no podrá encontrarme.Rebeca lo miró en silencio, era difícil para ella echarlo y en ese momento su corazón estaba lleno de angustia por él.—¡Solo por una noche! —dejo caer la frase, luego se dio la vuelta y entró a su habitación.Después de cerrar la puerta, se apoyó contra la puerta sin encender la luz. Solo la oscuridad podía protegerla y ocultarla bien, así nadie podía ver su debilidad, sus lágrimas. Ella ya había entrenado a su corazón para ser fuerte, pero él era su debilidad, y no tuvo más remedio que esconderlo en lo más profundo de su corazón.No obstante, siempre mantuvo la esperanza, y ese día se había roto. Él ahora era el esposo de otra mujer y ella perdió toda posibilidad de que le perteneciera.En la sala, Máximo miró la puerta cerrada y se recostó débilmente en el sofá. De hecho, había muchos lugares a los que podía ir y su tío no lo encontraría. Sin embargo, por alguna razón, solo quiso ir allí y quedarse con ella por una noche.Mientras tanto, Piero llevó a Thalía a una lujosa mansión en los suburbios. El ama de llaves, Elena, ya la esperaba respetuosamente en la puerta, para recibirla con los demás sirvientes de la casa y los guardias de seguridad.Thalía se sorprendió cuando vio esta escena, pero también sabía internamente que debía mirar más, escuchar más, y hablar menos. Fue entonces, cuando uno de los guardias le abrió respetuosamente la puerta del auto, ella respondió con un simple gracias, y dejo de hablar, no miro a su alrededor para no ser objeto de habladurías.El ama de llaves, que parecía tener algunos cuarenta años, le sonrió.—Señora, a partir de ahora puede llamarme Elena. Soy el ama de llaves de la mansión.Piero, quien estaba detrás de Thalía, le dijo cortésmente a la mujer.— Elena, hazla sentir en casa.La mujer asintió, luego apartó a Piero a un lado y susurró.—¿Dónde está el señor?El hombre miró a Thalía con nervios y luego le susurro al ama de llaves.— No sé a dónde fue. El anciano está furioso, lo ha estado buscando por toda la ciudad.La mujer suspiró e inconscientemente miró a Thalía, quien bajó la cabeza ligeramente.—Los dos son desdichados.—Elena, cuida bien de ella. Debo volver con el anciano. — después de que terminó de hablar, le hizo señas a su compañero para que se fueran. ***UNA SEMANA DESPUÉS…—¡Señora, no esperaba que fuera tan buena!Estaban en la cancha de tenis de la mansión y cuando Thalía escuchaba la palabra “señora”, se sentía incómoda. No tenía nada que ver con ese hombre que era su marido, entonces, ¿por qué debería ocupar el puesto de señora? Si algún día él tenía a alguien de quien enamorarse, ella renunciara a su puesto de esposa sin dudarlo.Una semana después, Máximo aún no regresaba, pero a Thalía no le importaba en absoluto. Antes, estaba confundida sin saber qué hacer, pero después de la compañía de los empleados, ya no se sentía tan sola. Casi olvidándose de su esposo, de hecho se sentía como si no estuviera casada.De vez en cuando todavía pensaba en Paolo, y cada vez que pensaba en su desaparición, le dolía el corazón. Los días que habían compartido, parecían una ilusión, un sueño del cual no quería despertar; sin embargo, aun así, tenía que despertar y enfrentar la realidad de que él había desaparecido.—No me llames, señora, solo llámame, Thalía— le dijo sonriente a Piero.—Bueno… — Piero vaciló un poco —No me parece adecuado.— Si optas por llamarme, señora, entonces yo me referiré a ti por tu apellido y también te llamaré, señor.— Por mi parte está bien, me gusta más llamarte Thalía. ―dijo rápidamente uno de los guardias llamado: Bruce.―¿Lo ves Piero? No es tan difícil, además así me siento más cómoda. No tengo amigos aquí, y ustedes son mis nuevos amigos. ¿No deberíamos llamarnos por nuestros nombres?Piero todavía dudaba, pensando si era una buena idea, pero Bruce accedió rápidamente.—Ok, ahora, ¿qué tal una revancha? — mientras hablaba, Thalía hizo un lanzamiento errado y Bruce se echó a reír.Más tarde ese día, en su habitación, Thalía tomó de su mesita de noche, una bola de cristal, en ella había una pareja, uno era Paolo y el otro era ella, las dos figuras se abrazaban bajo la nieve. Recordando lo felices que habían sido y las promesas incumplidas, sus ojos se humedecieron. Parpadeando fue al baño a lavarse la cara y cuando volvió a entrar en la habitación, vio a su marido sosteniendo con curiosidad la bola de cristal.Ella, sin pensar, se apresuró dispuesta a arrebatársela.—¡Dámelo! ¡Es mío! — su tono era duro, como si la persona frente a ella le hubiera robado algún tesoro.—Es solo una bola de cristal, ¿Y que si no te la quiero devolver? — Máximo levantó las cejas y sonrió provocándola. ―¿Qué harás?La chica de la bola de cristal era muy parecida a ella y el chico también le resultaba familiar, pero en ese momento él no podía recordar a quién. La había tomado por simple curiosidad, pero al ver que a ella parecía importarle, quiso demostrar su supremacía.—¡Te dije que me lo dieras! — ella agarró su brazo y estuvo a punto de tomarla, pero él era más alto que ella y tuvo una reacción rápida, por lo que la alzó sobre su cabeza.—Lo diré de nuevo, ¡devuélvemelo! — advirtió Thalía con seriedad — Si no lo haces, no responderé de mis actos.―¿Ah sí? ¿Qué harás? ¿Qué pasa si no quiero? — A Máximo le interesó su actitud y quiso ver que sería capaz de hacer lo que decía.Thalía apretó los dientes y lo ignoró, saltó para tratar de alcanzarla, no obstante él levantó el brazo aún más, ella siguió saltando, pero sin tener éxito, en unos minutos estaba sin aliento y la bola de cristal todavía estaba en su mano.—La chica eres tú, pero… ¿Quién es él? — preguntó curioso — Si me lo dices, te lo devolveré.Ella le dio una mirada fría, tomó el brazo de Máximo y lo mordió sin previo aviso.El hombre gritó de dolor y tiró la bola, esta cayó pesadamente al suelo.—¡Te dije que no respondería! — Thalía gritó, mientras se apartaba.Máximo miró las marcas en su brazo y luego dio un paso hacia ella amenazante.—Te recuerdo que eres mi esposa, por lo que no permitiré que conserves cosas de otros hombres, ¿entiendes?Agarró la bola de cristal y la arrojó por la ventana.—¡¿Cómo te atreves?! ¡No tenías ningún derecho a tirar mis cosas!Corrió hacia él, pero él sonrió burlón y la esquivó, haciendo que chocara con el borde la mesa, desplomarse en el suelo por el dolor y sin aliento, se echó a llorar.—¡Te odio! —le gritó con lágrimas en los ojos.Pero él no se conmovió de su dolor, en cambio, se burló.— ¡El uno al otro! ¡Porque yo también te odio!Lo que Máximo no vio venir fue la bofetada que conectó en su mejilla. Sin darle oportunidad a que él dijera nada, se levantó a toda prisa y salió.A Thalía no podía importarle menos, al fin de cuentas no tenía sentimientos por él, le importaba más la bola de cristal que había sido un regalo de Paolo, así que se levantó y salió de la habitación. Corrió escaleras abajo, sin importarle las lágrimas en sus mejillas, solo quería encontrar la bola de cristal que él había tirado.El ama de llaves se acercó al verla llorar. —Señora, ¿qué sucede? ¿Perdió algo? Yo la ayudaré a encontrarlo.Hace un momento ella y los sirvientes escucharon la pelea de la nueva pareja. Y todos se lamentaron de que unos recién casados fueran tan infelices.Thalía apretó los labios con fuerza, trató de calmar sus emociones, no habló, sólo siguió buscando en la hierba. Sabía que Elena era una buena persona y la trataba muy bien. Incluso sintió el calor de una madre a través de ella, pero en ese momento estaba sumamente molesta. Y no quería hablar.Finalmente, en la hierba, vio la bola de cristal, pero solo había fragmentos y ella y Paolo se rompieron en pedazos.Al igual que su corazón en estos momentos.Al igual que sus sueños.Ella sostuvo los pedazos y lloró desconsoladamente. El ama de llaves, que estaba a su lado, la miró confundida. Tan pronto como Piero entró y vio esta escena, corrió hacia Thalía y no pudo evitar preguntar.—Thalía, ¿qué pasó?En ese instante, su localizador sonó. Era Máximo, él contestó a través del auricular.—¡¿Jefe?!—¡Ven a mi estudio de inmediato! — la voz del otro lado era severa.