CAPITULO 4: QUIERO DIVORCIARME
Piero estaba repentinamente nervioso, no esperaba que Máximo regresara, sus ojos subconscientemente miraron hacia arriba y vio la figura alta y fría mirando desde el balcón.
—Señora… tengo que ver al jefe. ―se disculpó.
No sabía lo que había pasado, pero sospechaba que las lágrimas de Thalía tenían mucho que ver con su marido. Thalía mantuvo la mirada en los pedazos rotos del cristal, algunos cortaron sus dedos, pero no le importó.
Él dudó un momento y antes de irse le dijo a Elena.
—Elena, cuida de sus heridas.
—No te preocupes, tú ve con el señor, me ocuparé de sus heridas de inmediato —dijo el ama de llaves.
Cuando Piero llego al estudio, llamo a la puerta, pero nadie respondió, empujo y después de escanear todo el estudio, no vio rastro de Máximo. Cuando estaba a punto de salir, lo vio aproximarse hacia él, se paró junto a la puerta y lo esperó.
Máximo entró al estudio y pregunto sin rodeos
—¿Hay alguna noticia de Paolo?
—No… — tan pronto como menciono a Paolo, la expresión de Piero se volvió seria de inmediato.
Después de la explosión, la Agencia Internacional de Policía Criminal determino que Paolo murió e incluso se hizo un funeral para él, pero Máximo creía que él no estaba muerto. No solo lo él, lo piensa. Todos en el grupo Royal estaban convencidos de que Paolo Conti, estaba vivo.
Después de escuchar la respuesta de Piero, Máximo, guardo silencio durante mucho tiempo.
—Avísale a Bruce que venga inmediatamente.
Piero rápidamente presiono el botón de su reloj y estaba a punto de hablar cuando escucho el sonido de un motor rugiendo en la planta baja. Sabía que se trataba de Bruce, quien tan pronto salió del auto, vio a Thalía con los ojos rojos e hinchados.
—Thalía… ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? Dime, ¿quién te hizo daño…?
Un sudor frío brotó en la espalda de Piero. Conocía el carácter de su jefe y puede que hubiera dejado en claro que no amaba a su esposa, pero ser demasiado cercano con ella, era un error imperdonable.
Temiendo que dijera algo imprudente, presiono el botón y repitió.
—Bruce, el jefe, está esperándote. ¡Sube de inmediato!
Bruce obedeció, sin embargo, lo primero que hizo al entrar, no fue acercarse a su jefe, sino preguntar.
—Jefe, ¿qué le pasa a Thalía? Sus ojos están rojos e hinchados… y sus manos están cortadas. ¿Qué sucedió?
De pie junto a él, Piero cerro rápidamente los ojos.
«Este hombre probablemente no valora su vida» pensó.
Máximo entrecerró los ojos y curvó sus labios en una sonrisa fría.
—¿Thalía? ¿Acabas de llamarla, Thalía? ¿Parece que hay mucha cercanía entre mi mujer y tú?
La expresión de Bruce se congeló y luego se dio cuenta de que había dicho algo incorrecto.
—Lo… lo siento, señor. No debí…
Máximo los miro a los dos.
— Quiero que me confirmen la muerte de Paolo, ¿entendido?
—La muerte de Paolo, Rebeca lo está confirmando, señor… — Bruce dijo rápidamente.
Ante su respuesta, el ceño de Máximo se frunció.
—¿No te pedí que lo hicieras personalmente? ¡¿Cuándo dije que la enviaras a ella?! ¡¿Te atreves a desobedecerme?!
—No me atrevería, señor. Pero le dijimos que no fuera y ella insistió, señor. Usted la conoce, una vez que se propone algo, no hay quien la haga cambiar de opinión.
―¡Maldit@ sea! ―Máximo exclamo golpeando el escritorio.
La temperatura en el estudio bajo unos grados. Máximo tomo su teléfono móvil y cuando estaba a punto de hacer una llamada, la puerta se abrió de repente, miro hacia arriba y vio a Thalía parada en la puerta.
Con los ojos rojos por el llanto y lágrimas derramándose en sus mejillas, grito con todas sus fuerzas.
—¡Quiero divorciarme de ti!
—¡Elena! — llamo Máximo con impaciencia — ¿No dije que nadie puede ingresar a mi estudio sin mi permiso?
El ama de llaves en el piso de abajo escuchó la pelea y se apresuró a subir.
—Señor, perdón… la señora…
Thalía estaba de pie mirando a Máximo con rabia y desdén. Y aunque él no quisiera aceptarlo esto lo incómodo, se dijo que no debería importarle lo que sintiera una mujer que no le importaba, que solo había aceptado ser parte del juego de su tío.
―Llévatela ―le ordenó al ama de llaves.
—Señora, venga, le prepararé un té para los nervios — dijo la mujer en voz baja tratando de convencer a Thalía. Pero ella esquivó su agarre y repitió
—¿No escuchaste? ¡Quiero divorciarme de ti!
Una ira repentina se adueñó de él, no sabía por qué, pero que ella tuviera la intención de abandonarlo, lo irritaba.
—¡Elena! —repitió esta vez con ferocidad.
—¡Señora, por favor! — el ama de llaves le dijo casi suplicante — Salgamos.
Ella conocía muy bien el temperamento de su jefe, aunque suele ser un hombre tranquilo. Cuando se enoja es difícil de controlar. Thalía permaneció de pie en medio del estudio, haciendo oídos sordos a las súplicas de la mujer.
—¿Crees que quise casarme contigo? ―dijo mirándolo ―Usaron a mi tío para obligarme, ¡no tuve más opción que ceder! Pero, no pienses que puedes pisotearme. No dejaré que me humilles y mucho menos que rompas mis cosas. En este maldito matrimonio, no solo sufriré yo. Si me atacas, no esperes que me quede de brazos cruzados.
Después de decir esto, se dio la vuelta y salió del estudio. Elena la siguió de inmediato, mientras que Bruce y Piero, se quedaron de pie incómodo, sin poder irse, solo miraron en silencio.
Pero Bruce cometió un error.
—Thalía… — dijo intentando detenerla, ella lo ignoró y él tuvo el instinto de seguirla.
Máximo, que estaba tan frío como un pedazo de hielo, apretó las manos al ver el interés descarado de su subordinado. Cuando lo vio intentando salir del estudio, las palabras salieron con dureza.
—¿A dónde supones que vas?
Bruce se detuvo en el acto y se giró para enfrentar a su jefe.
―Señor… ella no está bien, creo que…
―Tu trabajo no es consolar a mi mujer, Bruce. No lo olvides y será mejor que erradiques cualquier idea equivocada que tengas con ella. Odiándola o no… sigue siendo mi esposa, mi mujer, ¿entiendes? Mia.
Bruce, bajó la cabeza mientras asentía, no se atrevió a decir nada más. Por su parte, Piero estaba preocupado por las consecuencias de la pelea, temía más a los movimientos del anciano que los de su propio jefe. Se acercó unos pasos y le susurró.
— Señor, ella es alguien elegida por su tío. Él debe haber tenido poderosas razones para hacerla parte de esta familia, no es conveniente que la trate así, si su tío se entera…
Antes de que terminara de hablar, fue interrumpido por Máximo
— ¡Lo sé, no necesito que me lo recuerdes!
Regresó a su escritorio y les ordenó volver a la empresa. Los dos hombres abandonaron rápidamente la habitación.
En el auto Bruce comentó preocupado.
—¿Qué crees que pasó con Thalía? ¿Qué hizo el jefe para que llorara de esa manera?
Piero mantuvo la mirada hacia delante.
—No debes inmiscuirte, ella es la esposa del jefe. Además, no estaba muy feliz de ver tu confianza hacia ella. Pase lo que pase, nuestra lealtad está con Máximo D’Luca.
—Pero sus manos estaban envueltas en gasa — continuó ignorando la advertencia de Piero. Cuando llegué, Elena estaba tratando sus heridas.
Piero le dio una mirada de reproche.
—¿No escuchas lo que te digo? No preguntes, eso es un asunto entre ellos.
—Estoy escuchando, pero no puedo evitar preocuparme. — su mirada mostraba complicación — Ella dijo que fue obligada a casarse con el jefe. ¿Como dos personas que se odian, pueden ser felices?
—No solo Thalía fue coaccionada. No quise decir nada el día de la boda. Pero Máximo también fue obligado a este matrimonio, y su tío no le dio ninguna explicación.
—Y si ayudamos al jefe a investigar, tal vez podamos encontrar algo — Bruce estaba ansioso por intentarlo.
Piero no estuvo de acuerdo.
— Es mejor no hacerlo, todo es asunto de la familia D’Luca, es mejor que esperemos y veamos que sucede.
Bruce asintió y suspiró.
—Solo espero que el jefe pueda enamorarse de ella. De lo contrario, sufrirá.