CUANDO ME VAYA. CAPÍTULO 31. Lo que vale tu palabra
El rostro de Kris era una máscara impasible y quizás por eso era aún más aterrador. Se acercó a su jefe de seguridad y siseó en voz muy baja.
—Repite eso.
El hombre frente a él carraspeó con nerviosismo.
—Dije… que su madre no nos dejó llamar al médico. Dijo que no hacía falta y que no quería verlo aquí —respondió sabiendo lo que estaba a punto de desatar—. Ella personalmente llamó al doctor para decirle que no viniera.
Kris apretó los labios, que se convirtieron en una fina línea llena de ira, y soltó al hombre bruscamente.
—Vuelve a llamar al médico ahora mismo —ordenó en un tono seco—, y procura que llegue rápido o lo siguiente que hará contacto con tu oído no va a ser un celular sino una de las balas de mi arma.
Algunas personas ahogaron jadeos espantados porque sabían que era perfectamente capaz de cumplir aquella amenaza, y Kris señaló con el dedo a uno de ellos.
—¡Tú! Te paras en esta puerta y si alguien que no sea yo entra me respondes con tu vida. Si algo le pasa a esa