Un fuerte destello golpeó la mente de Edward Sus ojos. Había estado pensando en aquellos ojos justo antes... pero eso era todo lo que podía recordar.
Edward la miro y con ternura exclamó –Recuerdo tus ojos « Tus Ojos» siempre me han gustado, son muy expresivos.
–Sí. Eres mi esposa –dijo, más que nada para probar las palabras. Sabía que eran cierta.
–Bien. Estas empezando a asustarme –murmuró Rosi con voz temblorosa.
–Estoy aquí destrozado, ¿y solo acabas de empezar a asustarte?
–No, pero el hecho de que no parecieras recordar me ha supuesto una dosis extra de miedo.
–Eres mi esposa –repitió el–. Y yo soy...
Un intenso silencio se adueñó por unos instantes de la blanca habitación.
–No me recuerdas –dijo Rossi, conmocionada–. No recuerdas bien, no sabes quién eres.
Edward cerró los ojos y experimentó una punzada de intenso dolor en la parte trasera de las piernas.
–Debo recordar. La alternativa supondría una locura –volvió a mirar a Rossi–. Recuerdo tus ojos.
Algo cambió en