No se podía negar que la familia Delgado compartía una conexión especial; los hermanos pensaban de manera muy similar.
—Lo siento, no me gustas. No es posible ahora, y tampoco lo será en el futuro. Todos estamos muy ocupados, así que, señor Delgado, no pierda su tiempo conmigo. —Irene finalmente respondió.
Después de decir esto, se dio la vuelta y se marchó, dejando a Eloy como si lo hubieran abofeteado en público.
Nunca había perseguido a una chica antes y pensó que sería algo sencillo, pero no esperaba que Irene fuera tan difícil de tratar.
Diego, al enterarse de la situación, llegó apresurado y se encontró con Irene justo en la entrada de la cafetería. La miró de arriba a abajo para asegurarse de que estuviera bien, y luego preguntó.
—¿Eloy te molestó de nuevo?
Al ver a Diego, Irene recordó la figura de madera y todas las confusiones que la atormentaban.
Al notar que él parecía tan indiferente, su enfado aumentó. No respondió, lo miró brevemente y se dio la vuelta para marcharse.
Di