En ese momento, Estrella abrazaba a Feli, acurrucada en un rincón.
Ella había bajado cerca del estudio, pero de repente, dos personas la habían arrastrado hacia una furgoneta. Después, la llevaron a este lugar. Era un sótano, frío y vacío.
Estrella no sabía a quién había ofendido, pero no tenía miedo; total, podía perder la vida. ¡Pero tenía a Félix con ella!
Si Feli se veía involucrado por su culpa, aunque fuera un pequeño rasguño, Estrella jamás se lo perdonaría. Poco después, vio a Pablo.
Cuando Pablo entró, Estrella casi no lo reconoció. El Pablo de antes, aunque no tan refinado y apuesto como Diego, era un joven con porte, alto y atractivo.
Pero el hombre frente a ella, con barba descuidada, ojeras marcadas y el cabello desordenado, era un mundo diferente del Pablo que conocía.
—Estrella. —dijo Pablo—. ¿Te encuentras bien?
—¿Eres... Pablo? —Al oír su voz, Estrella se atrevió a reconocerlo.
—Con este aspecto, ni tú me reconoces. —Pablo soltó una risa amarga.
—¿Qué quieres? —Estrell