Irene se dio la vuelta y vio a Joaquín. El hombre parecía algo agotado, con barba de unos días y ligeras ojeras.
—¿Vienes a buscar a Bella? —preguntó Irene.
—No, vengo a buscarte a ti.
—¿A mí? —Irene se sorprendió.
Diez minutos después, ambos estaban sentados en una cafetería cerca del complejo residencial.
Joaquín mantuvo la mirada baja, en silencio durante unos minutos sin decir una palabra.
—¿Todavía quieres estar con Bebé? —no pudo evitar preguntar Irene.
—¿Cómo no querría? —respondió Joaquín—. Pero siento que ella no se preocupa por mí, ni por nuestra relación. Puedo ser comprensivo, lo que sea. Pero en el fondo... me duele mucho.
—¿Cómo puede no preocuparse por ti? —dijo Irene—. ¿No la conoces aún? Aunque a veces hable de manera dura, en su corazón se preocupa más que nadie.
—Soy un ser humano, pensé que podría soportar cualquier cosa que ella hiciera. Pero parece que he sobreestimado mis sentimientos por ella...
Las palabras de Joaquín sorprendieron a Irene.
—Si tienen problemas