Los lamentos que lograron cruzar fueron eliminados por los soldados, y por unos minutos, reinó la calma.
Lucas se acercó a Gale.
—¿Dónde está Andrómeda? —preguntó con ansiedad.
—No logramos traerla... —dijo Connor, visiblemente afectado.
Un silencio abrumador se apoderó del lugar, hasta que una figura conocida apareció caminando entre los escombros. Andrómeda.
Pero no era la misma.
Su rostro era el de alguien que había visto demasiado.
—¡Andy! ¿Estás bien? —preguntó Gale corriendo hacia ella.
—Sí. Reúnan a los dirigentes de cada ejército. Debemos hacer un plan. —respondió ella, sin alterar su expresión.
En su interior, Andrómeda sentía que se desmoronaba. Tantas emociones le oprimían el pecho que, por un instante, deseó haber muerto en la batalla. Pero el recuerdo del sacrificio del Rey Dindellis la sostuvo. No podía rendirse. Tenía que asegurarse de que su muerte no hubiera sido en vano.
Lucas condujo a todos hacia los terrenos de la academia, donde los sobrevivientes trataban de pro