La brisa salina del mar acunó el rostro de Yalens. Sus ojos se abrieron lentamente, dejando que la luz mañanera los inundara. Se incorporó en la cama, la seda de sus sábanas deslizándose por su piel. Sus manos buscaron su celular, y al ver la pantalla, una punzada de realidad la recorrió: no, nada de lo que había vivido la noche anterior había sido un sueño.

Giró la cabeza y en su mesita de noche, encontró la nota que le había dejado a Anton. Junto a sus propias palabras, había un mensaje nuevo, escrito con la misma letra elegante que ahora era tan familiar. La tomó con una curiosa mezcla de anticipación y timidez.

— “Querida Esposa,” — leyó en voz baja. Una risita nerviosa se escapó de sus labios. La nota continuaba: — “Deseo que tengas un buen día y que estos tres meses pienses en mí. Con cariño, Anton.”

Una sonrisa se dibujó en su rostro, tan amplia que sus ojos se achinaron. Dejó la nota a un lado y, con una exultante alegría, se revolcó en la cama, abrazando una almohada.