El penetrante aroma de Maximilian aún estaba en ella, saturándolo todo. Amelia intentó despejar su cabeza con una ducha, pero el agua caliente solo parecía avivar la cinta de los recuerdos de la noche anterior, reproduciéndola una y otra vez. Se encontró de frente con sus pensamientos, que la arrastraban, la apresaban, volviendo a evocar esa noche que los había rebasado a ambos.
Sabía que tendrían que manejar la situación de la mejor manera posible, pero la verdad era que aún no entendía cómo se había dejado llevar. Se prometió a sí misma que algo así nunca, jamás, volvería a repetirse. Sin embargo, aquella determinación sonaba ridícula, vacía, cuando apenas unas horas atrás había caído de esa manera. Era como si su esfuerzo por evitarlo no hubiera sacrificado nada.
Consciente de que no podía perder el tiempo, Amelia terminó su ducha y salió rápidamente, envolviéndose en una toalla cálida y colocando otra sobre su cabeza a modo de turbante.
— No me queda demasiado tiempo, tengo que da