Durante el trayecto hacia casa, los pensamientos de Maximilian chocaban entre sí como olas en una tormenta. Cada vez se sentía menos direccionado y más atrapado en un torbellino de dilemas. Por un lado, deseaba vengarse de Amelia, ponerla en su lugar y darle una lección por haberle mentido. Pero había otra parte de él que le susurraba que no tenía ese derecho, que él también había sido injusto con ella en el pasado.
Golpeó el volante con ambas manos, frustrado, y frenó cuando la luz del semáforo cambió. El rojo iluminaba su rostro, obligándolo a esperar entre el ruido de otros vehículos y los pensamientos que lo asediaban.
En lugar de ir directamente a casa, decidió detenerse en una tienda. La idea de adquirir un nuevo teléfono para Amelia surgió después de la llamada de Laura, quien le advirtió sobre las llamadas de Marcus y el peligro que representaban. Cambiar el número era una precaución necesaria.
Ya en la tienda, eligió el modelo más actual, sintiéndose un poco extraño al hacerl