Maximilian permaneció un rato más en el evento, aunque ya no quería estar allí. Tras años sin ver a Amelia, sentía una extraña mezcla de emociones que no sabía cómo manejar. Joseph se acercó y le dio unas palmaditas en la espalda, provocando que Maximilian lo mirara con fastidio.
—¿Qué es lo que quieres ahora? —preguntó, con la voz cargada de desánimo.
—Oye, deja de estar malhumorado. ¿Por qué no vamos a beber algo? Si es que todavía te apetece —sugirió Joseph con una sonrisa.
—¿A un bar? —respondió Maximilian, dudando.
—Sí.
—De acuerdo.
Mientras tanto, Amelia subió a la limusina que la llevaría de regreso a la mansión junto a Marcus. Varios de sus hombres la seguían en un auto negro, como de costumbre. Se sentía alterada y molesta, pero no podía expresarse como quería. Sabía que no faltaría mucho para que Marcus le hiciera preguntas incómodas, y cuando llegó ese momento, se sintió aterrada. Sin embargo, trató de disfrazar su inquietud y fingió tranquilidad.
—¿Por qué me has mentido?