La mañana comenzó como cualquier otra en la oficina. Pero lo cambió completamente la llegada inesperada de su padre, Giulio.
—Alessandro, necesito hablar contigo —se presentó su padre, entrando de repente en la oficina de su hijo.
El padre de Alessandro era un hombre poderoso y dominante, que había construido un imperio a partir de su propio esfuerzo. Su palabra era ley en la familia Bianchi y nadie se atrevía a contradecirlo.
—Papá, ¿qué ocurre? —quiso saber, levantando la mirada del montón de papeles que tenía delante.
—Tu madre y yo hemos encontrado a la mujer perfecta para que te cases —informó el hombre, con una sonrisa en los labios.
—¿Qué dices, papá? —cuestionó Alessandro, sorprendido.
—Hemos arreglado todo contigo y con la familia de ella. Serás su prometido en una semana —anunció Giulio, con una voz firme y decidida.
—Pero, papá, yo... —balbuceó Alessandro, sin saber qué decir.
—¿No habíamos hablado sobre este asunto tiempo atrás?
—Sí, pero me toma por sorpresa. La empres