Unas horas más tarde, Amelia se encontraba en el asiento del copiloto de Maximilian, con los tres trillizos en la parte trasera, parloteando emocionados sobre la película que iban a ver.
El ambiente era de pura alegría infantil, y Amelia no pudo evitar sonreír al ver la felicidad en sus rostros.
Maximilian, a su lado, también parecía disfrutar del bullicio.
—¿Están listos para ver una buena película? —preguntó Maximilian, mirando a los niños por el retrovisor mientras llegaban al centro comercial.
—¡Sí! —gritaron al unísono, haciendo reír a Amelia.
Una vez en el cine, la elección de la película fue rápida: una divertida película animada sobre un grupo de animales que formaban una banda musical.
Maximilian se encargó de comprar las entradas y una cantidad exorbitante de palomitas de maíz, refrescos y dulces, ante el asombro y la algarabía de los niños.
Amelia se sintió como en una verdadera excursión familiar, un escenario que nunca hubiera imaginado hacía tan solo unos