Aitor apretó los dientes, sentía la imperiosa necesidad de decirle que ahora tenía un padre, pero no se atrevió.
Y justo cuando empezaban a abandonar la prisión, llevaban a Fresia a su celda, la mujer miró a Aby y arrugó la nariz.
—Pensé que nunca te volvería a ver —musitó la mujer con esa voz llena de desprecio que siempre se dirigía a Aby.
Aby la observó con profundo resentimiento, se limpió las lágrimas.
—Se te hizo realidad el deseo, no me volverás a ver, porque pasarás tus días en prisión, en cambio yo, seré feliz al lado del hombre que amo, y de mi hijo.
—Siempre y cuando Robert lo permita —susurró y sonrió lista para lanzar su veneno—, aunque si yo fuera tú, me haría una prueba de ADN, tu madre era una mujerzuela, y estoy segura que ya estaba embarazada cuando se casó con tu… con Hamilton.
Aby sintió que la ira reverberaba en sus venas, gruñó, no se contuvo más y le lanzó una bofetada a su tía política.
Aitor la agarró del brazo, la contuvo.
—Te está provocando, no le h