45. ¡Yo misma iré por mi hija!

Santa Marinella era una propiedad a la orilla de la playa que se asemejaba más a una fortaleza impenetrable que cualquier otra cosa.

Ramiro, uno de los hombres de confianza de Maurizio, guio el traslado de Cassio y lo ajustó todo para que la reunión se llevara a cabo a la hora prevista.

— ¿Qué sabes de la situación de mi primo? — preguntó en cuanto atravesaron el anillo de seguridad.

— El abogado ya está trabajando para sacarlo esta misma noche — informó el hombre, y Cassio asintió. Por el momento, Maurizio no le convenía en la cárcel, pues él conocía los movimientos de Francesca y sabría cómo ayudar a detenerla.

Echó un vistazo a todo mientras dos escoltas de la casa lo guiaban al interior. Risas, niños, comentarios relajados y un ambiente bastante… familiar, fue lo que Cassio pudo percibir.

— Señor, el primo de Maurizio — habló uno de los escoltas a un hombre que pronto se incorporó para recibirlo y presentarse como Sebastian Mancini.

En seguida, estrecharon manos, y junto a un par
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