Eternamente juntos
Eternamente juntos
Por: André de la Cueva
Episodio I

Mi nombre es Lena, Lena Rothschild; el segundo apellido no importa, me basta mencionar el primero.

Una joven a punto de cumplir su mayor sueño, tengo muchos retos por delante, el límite a la independencia, el punto en llegar a convertirme en mujer, lo que más ansío en esta vida es poder liberarme al fin del poder que ejercen mis padres sobre mí, como hija única en esta pequeña familia, debo sincerarme y contarles que soy una sobreprotegida, la hija prodiga de los Rothschild.

Me encuentro estudiando en una AHS, en mi último curso para posteriormente ingresar a la universidad, una vida ordinaria o común, no lo sé, solo me esfuerzo mucho para independizarme en mi primera oportunidad.

Mi padre, Alexander Rothschild, un general de la armada de Austria, pretende convertirme en una mujer abnegada, llevándome al límite intelectual, aunque él sabe a la perfección que hace mucho sueño con convertirme en la mejor repostera, un camino habitual para las mujeres, sí, pero en mi es distinto, quiero establecer una enorme cafetería en mi pueblo de origen Hallstatt Austria, un lugar ubicado en la costa oeste del lago Hallstatt, en la región montañosa de Austria, rodeada de casas alpinas del siglo XVI, y callejones con cafés y tiendas…

Y después porque no, un montón de franquicias alrededor de Austria; vaya, soñar no cuesta nada, pero a este paso mi sueño se torna lejano, espero pronto encontrar la salida.

Mi madre, bueno, creo que eso les puede causar curiosidad, pero no es una figura relevante, es la típica mujer que atiende a su esposo y se limita a llevar a cabo todos sus mandatos, como si…no lo sé, ni siquiera sé porque es así, nunca me he atrevido a preguntarle o si quiera contradecirla al respecto; Mia Gruber, mi madre.

En fin, tanto que contar, tanto que decir, y el mundo no para, sigue su curso sin piedad; y esta noche no es la excepción, mi padre tiene una cena de trabajo, las relaciones sociales han sido su mejor aliado para escalar rápidamente en la milicia.

A pesar de que somos un pueblo pequeño, no llegamos a conocernos entre todos y sobre todo por el exceso turístico por el que nos hemos visto envueltos en los últimos años, sin mencionar que en el trabajo de mi padre hay elementos de diferentes lugares, los cuales se mueven habitualmente por seguridad.

Domingo, 22 de febrero del año en curso.

Busco recetas para hacer el mejor pay de queso, mi favorito; en internet hay tantas opciones, todas parecen tan fáciles, pero debo encontrar la mejor para ser la mejor.

—Lena, espero que ya tengas listo el vestido que utilizarás esta noche, recuerda que es una cena importante, te presentaré a algunos contactos que podrían serte de ayuda cuando ingreses a la universidad—mi padre abrió la puerta de golpe haciendo que me sobresaltara en mi silla.

Aprieto los labios—sí, me pondré el vestido rojo que utilice la última v…

— ¡Lena!, no quiero tener esa discusión ahora, aún hay tiempo, puedes ir a comprarte otro vestido, uno que si sea decente por favor— cierra la puerta de golpe.

Sali a comprar un vestido nuevo, parece que el anterior es vulgar ante los ojos anticuados, la verdad ese vestido me encanta, un vestido largo de satín, color rojo, de tirantes y escote, que deja entre ver la belleza de mi cuerpo de pera.

Esta noche tengo que comportarme para conseguir el permiso que tanto he esperado para un curso de repostería.

Compre un vestido muy formal, liso, me llega justo a las rodillas, con mangas holgadas, cuello redondo, color beige, aun así, el vestido me favorece bastante, soy privilegiada por este cuerpo.

Llegue a casa a las 5pm, la cena es dentro de 3hrs; aún tengo bastante tiempo para arreglarme, me pongo el vestido y unas clásicas zapatillas negras, cepillo mi cabello corto y mi fleco, aunque no es completamente lacio, se acomoda perfectamente bien, utilizo un maquillaje discreto, pero aun así llamo bastante la atención con mis ojos azules que son muy grandes y estos labios carnosos color peache.

En menos tiempo del que me doy cuenta, ya se ha llegado la hora de la cena, no me gusta bajar temprano porque en realidad la puntualidad abunda por aquí, me gusta bajar justo cuando todos están por sentarse a la mesa, así parece que nadie presta atención a mí.

Bajo por las escaleras y comienzo a ver algunas caras familiares, algunos generales, jefes y sus esposas, la mayoría solo son adultos, muy pocos traen a sus hijos porque aún son muy jóvenes para estos eventos, yo no hace mucho empecé a ser incluida en este ambiente, por motivación de mi padre por supuesto.

A mitad de las escaleras se hace el llamado para sentarse a la mesa, todos comienzan a tomar sus lugares perfectamente designados con antelación, todos se mueven a su ritmo, pero un hombre joven se queda parado entre la multitud con sus manos en los bolsillos busca atrevidamente mi mirada, es alto, calculo que mide 1.85 o incluso 1.90, es la primera vez que lo veo, tal vez viene de cambio o es recluta, no lo sé, pero es guapísimo; rápidamente capta mi atención, no dejo de bajar escalones, pero abiertamente juzgo su apariencia, si él lo hace porque yo no.

Tiene más de veinte años sin duda, tiene el dorso fornido, unos brazos muy bien trabajados, una sonrisa coqueta que se extiende por unos labios delgados y grandes, su piel apiñonada se nota suave y tersa, y esa mirada, ojos negros resplandor en la obscuridad.

Termino de bajar las escaleras y él se acerca a mí.

— ¿La llevo a su lugar señorita? —esboza una sonrisa coqueta.

—No hace falta, se perfectamente cuál es mi lugar—mi segundo nombre es orgullo.

Asiente con una sonrisa más amplia, me siento en mi lugar que es a lado izquierdo de Alexander, porque a su lado derecho por supuesto, esta Mia; para fortuna mía, este chico se sienta a mi lado.

—Suerte que mi lugar esta junto a ti—se burla.

—Solo por esta noche—replico.

Durante la cena no dije ni una sola palabra, cuando al fin pude levantarme de la mesa me acerqué a calentarme un poco en la chimenea.

— ¿Vienes a menudo aquí? —el chico se acerca a mí con una copa de vino.

—Aquí vivo—lo sigo analizando sin pudor, el traje que lleva enmarca muy bien su cuerpo, se ve tan profesional y maduro, pero es coqueto muy coqueto.

—Te traje esto, te calentara un poco la garganta—me da la copa de vino.

— ¿Vino? —tomo la copa y me quedo viendo en su interior—mi padre no me deja tomar vino, no aun—le extiendo la copa de vuelta.

—Tu padre está ocupado, no se dará cuenta—me guiña un ojo—sé que te gustará.

Le sonrió como un cómplice y me tomo el vino sin pensar, en un segundo la copa está vacía y se la devuelvo en seguida.

— ¿Quién eres? —me muerdo el labio inferior con curiosidad.

—Bern—le da la copa a un mesero que va de paso.

— ¿Solo Bern?

—Bernhard—da un paso para acercarse más a mí, aun con los tacones es más alto que yo.

De pronto tengo muchas ganas de orinar, seguro que fue el vino, no debí tomarlo tan de prisa, procuro aguantarme las ganas porque quiero seguir charlando con Bern.

—Y, ¿de dónde vienes?, no te había visto por aquí—comienzo con el interrogatorio.

—Sabes, tengo que ir al baño, pero por lo que alcanzo a ver está ocupado, me puedes decir donde encuentro otro—me mira fijamente.

—Si claro, en el segundo piso a la derecha.

Bern se va, me siento en el sofá a contemplar el fuego, pierdo la noción del tiempo y el espacio, pero vuelve a mí la necesidad de orinar.

«Carajo, tengo que encontrar un baño. ¿Por qué el de la planta baja está ocupado?» 

Voy a tocar la puerta y una chica responde que en efecto está ocupado.

Camino al segundo piso olvidando por completo que Bern está ahí. Al llegar abro la puerta muy de prisa sin percatarme de que Bern está dentro. Al entrar él se está subiendo los pantalones.

—Lo siento—el efecto del vino se me baja de inmediato y me apeno muchisimo con él.

—No te preocupes, pasa, ya terminé, solo me lavaré las manos—se termina de ajustar el pantalón y comienza a lavarse las manos.

Entrecierro la puerta y Bern termina de lavarse las manos. Aprovechándome del efecto del vino me lanzo a sus brazos y tomo su rostro dándole un beso arrebatado, el me rodea por mi cintura y corresponde mi beso, es exquisito, sus labios son perfectos, su boca sabe a cereza, me encanta.

—Nos vemos abajo—cierra la puerta y sale del baño.

Hago mis necesidades.

«¿Qué estoy haciendo?, carajo, si mi padre se entera de esto seguro me mata. Pero es que Bern, esta guapísimo, ¿Cómo puedo resistirme a este bombón?» 

Bajo al primer piso y veo que Bern está conversando con Alexander, acto seguido él me llama, y algo extrañada me acerco a ellos.

—Ella es mi hija Lena—sonríe—te quiero presentar a Bernhard, es hijo de un viejo amigo y se acaba de incorporar a nuestros elementos—se dirige a mí.

Bern y yo nos damos la mano como si apenas nos conociéramos.

—Mucho gusto Bernhard—aprieto su mano.

—El gusto es mío señorita Lena—nos soltamos las manos lentamente.

—Lena quiero que mañana le muestres el pueblo a Bernhard, es nuevo y necesita orientarse.

—Claro, será un gusto, puedes pasarme tu contacto y nos ponemos de acuerdo para ultimar detalles- aprovecho la oferta de Alexander al máximo.

—Bueno, yo los dejo, tengo que seguir atendiendo a mis invitados, estas en tu casa Bernhard—Alexander le da una palmada en su hombro a Bern.

—Así que quiere más contacto conmigo señorita Lena—Bern me provoca.

— ¿Y por qué no? —le sigo el juego.

— ¿Tienes en dónde anotar? —se ríe.

—No. Dame tu teléfono y yo me agrego—le extiendo mi mano y me da su teléfono.

Anoto mi contacto en su teléfono: “Lena <3”.

Se lo devuelvo y al ver su pantalla se hecha a reír.

—Eres astuta. Me tengo que ir señorita Lena, un gusto conocerla—me da un beso en la mejilla, me guiña el ojo y se va.

—Un gusto Bern…—me quedo con las palabras entre mis labios.

En la habitación no quedan muchos invitados, pero conociéndolos seguro que amanecen aquí.

—Padre, me voy a dormir, buena noche—le doy un beso en la mejilla.

—Cierra bien tu habitación Lena—siempre me dice eso cuando terminan los eventos por seguridad.

Subo a mi habitación muy rápido y cierro de golpe mi puerta al entrar, esta oscuro, prendo la luz y Bern está sentado en la silla de mi escritorio.

— ¿Cómo entraste? —le hablo en voz baja.

—Me encanta escalar—se acerca a mí y quedamos frente a frente.

— ¿Cuánto mides? —no puedo evitar preguntar.

Se ríe—puedes averiguarlo en la cama, sin tacones y sin esto—comienza a bajarme el cierre del vestido, deslizando sus brazos por mi espalda.

Me quedo quieta, me pone muy nerviosa, mi corazón comienza a latir muy fuerte y me quedo viendo sus ojos coquetos.

Desliza mi vestido hacia abajo, me quito los tacones y quedo en ropa interior; es temporada de invierno y el frío me pone la piel chinita.

En silencio camino hacia delante haciendo que Bern retroceda hasta quedar sentado en el borde de mi cama.

—Ahora soy más alta que tú—mi respiración sube cada vez más.

Bern me sienta en sus piernas, me rodea, hago lo mismo, nos besamos arrebatadamente; le quito el saco y la camisa, hasta descubrir su dorso, sus brazos me excitan, por alguna razón lo hacen ver tan fuerte y varonil.

— ¿Está segura señorita Lena? —me dice Bern.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo