Episodio IV

Terminé mi tarde con Marie, quien se marchó casi al anochecer. Ahora me pongo el pijama, reviso mi teléfono una vez más y Bern aún no se comunica conmigo.

«Mierda, no se ha conectado desde en la mañana, y si Marie tiene razón, ¿Cómo era la vida de Bern? ...»

Me voy a dormir.

Miércoles 25 de febrero del año en curso.

En la madrugada entre sueños escucho mi teléfono vibrar intensamente sobre la mesita, me enderezo y lo tomo de inmediato.

Es una videollamada de Bern, presiono el botón verde y enciendo mi lampara.

Bern son las 5 de la mañana—trato de abrir bien los ojos que se muestran incomodos por la luz.

—Señorita Len, recuerde que soy militar, es una ofensa para mí que me diga esto—actúa.

Me rio—eres un bobo, dime, ¿Qué es tan importante para llamar a esta hora?

—Len, me estoy muriendo de frío—se ríe.

Me levanto de la cama y me acerco a la puerta para abrir mi balcón, en seguida puedo ver a Bern sentado en mi balcón con un abrigo gigantesco, lo hago entrar lo más rápido posible.

—Bern esto es una locura—le ayudo a quitarse su abrigo.

— ¿Tú lo crees? —se ríe.

—En verdad esto no da risa—le digo seria.

—Len, no debes preocuparte por mí, estoy acostumbrado a esto…

—Carajo; tienes razón, no puedo tratarte como un ser débil, después de todo eres un uniformado—me siento en la cama resignada.

Se arrodilla frente a mí y toma mis manos en las de él.

—Te extraño Len—me da un beso en mis manos.

Lo observo minuciosamente por un par de segundos.

«¿Cómo le digo que quiero saber más sobre él?, si quiero conocerlo, quiero saber quién es Bern y no solo liarme con él.»

—Necesitamos un plan—Bern se levanta y se sienta a lado mío.

— ¿Un plan? —me toma por sorpresa.

—Sí. Podemos seguirnos viendo casualmente sin que nadie lo sepa, y a la vista de los demás comenzaré a hacer mi mayor esfuerzo para ganarme el permiso de tu padre; soy un poco mayor que tú, cualquiera pensaría que me estoy aprovechando…

— ¿Y no? -lo interrumpo.

— ¿En serio me acabas de preguntar eso?

—Perdón, es solo que…—bajo la mirada para encontrar las palabras adecuadas aún que fallo en el intento—quiero conocerte Bern, no solo liarme contigo—le explico.

Tocan la puerta de repente y eso me sobresalta, con señas le digo a Bern que se meta en el baño, es más rápido que meterse debajo de la cama.

—Si—respondo en seguida para saber quién es.

—Vuelve a dormir Len, es de madrugada aún para ti, necesitas descansar bien—dice Alexander al otro lado de la puerta.

—Solo me levante al baño, en seguida vuelvo a la cama—se me olvida que mi padre si madruga.

Escucho que se aleja de la puerta, Bern sale del baño y se quita las botas.

— ¿Qué haces?

—Escucho a su padre señorita Len, tiene que volver a la cama—actúa burlón.

Veo como en seguida de quitarse las botas, se quita el suéter color gris que lleva puesto, quedándose en playera.

«¿En serio? ¿Tienes que mostrarme el dorso ahora?»

Nos acostamos y apago la luz para que Alexander piense que volví a dormir.

No decimos nada, me volteo de lado y el me abraza por detrás, siento sus enormes brazos cubriéndome, es tan cálida la sensación. Nos quedamos así, y en algún momento me quedo dormida, hasta que Bern me despierta con un beso en la comisura de mis labios.

— ¿Qué hora es?

—Apenas son las 6, te dormiste solo un poco—acaricia mi cabello—tengo que irme, te veo detrás del AHS—se levanta de la cama y empieza a vestirse.

—Ok

«En serio ok, no voy a hacer objeción al respecto; bueno la idea no me desagrada, de hecho, es una oferta tentadora.»

Bern sale por el balcón, una imagen que ya tengo grabada en mi memoria; me arreglo como de costumbre y bajo a desayunar, mis padres me esperan en la mesa, desayuno lo más rápido posible con la excusa de encontrarme con Marie en el AHS.

El chofer me lleva de prisa, me deja en la entrada y se marcha; un par de alumnos empieza a entrar, no veo a Marie por ningún lado y no me sorprende, siempre llega a la hora justa, trato de disimular y me comienzo a alejar del AHS hasta llegar a la parte trasera.

Bern tiene la camioneta encendida, no se baja para que yo me suba en seguida y no levantemos sospechas.

Salimos en dirección al bosque.

—¿Sabes cómo llegar? —me rio.

—Lo estuve investigando—acaricia una de mis piernas con su mano libre.

Disfruto el camino mirando por la ventana, los pinos llenos de nieve nos dejan una majestuosa vista a su paso, dentro de la camioneta todo es cálido, pero fuera de ella puedo imaginarme el frio que se siente.

«Siempre seré una friolenta, pero ahora tengo a Bern para que me abrace con sus enormes brazos y me de calor, y tal vez un poco más del normal.»

—Ya llegamos Len—interrumpe mis pensamientos.

—No me harás bajar de la camioneta, ¿verdad?

—No, no es necesario que bajemos, la camioneta es muy amplia para los dos.

Nos pasamos a la parte de atrás para estar más cómodos, Bern se sienta en el lado izquierdo y yo me quito las botas y me recuesto sobre sus piernas.

—Vamos a jugar—me insinúa Bern.

Asiento con la cabeza.

—Yo te hago una pregunta, si me gusta tu respuesta te doy un beso y si no te tomas una copa de vino…

—Yo también quiero hacerte preguntas—lo interrumpo.

Se ríe de mi—tendrás tu turno—afirma.

—Vale, si me gusta tu respuesta te doy un beso y si no te doy una cachetada…

—Que lista señorita Lena—actúa.

—Basta de Charlas joven Bernhard, empiezo yo—le tomo ventaja.

—Creo que no tengo alternativa—se ríe.

Lo veo a los ojos—Bern, ¿Cuál fue tu primera impresión de mí? —en mi mente comienzo a enlistar todas las preguntas que quiero hacerle.

—Cuando te vi bajar por las escaleras me llamo la atención el corte de tu cabello y la verdad empecé a juzgar tu apariencia; me encanto tu cuerpo de pera, tu piel clara, tus ojos azules y tus labios carnosos color peache; te vi tan suave y segura de ti, eso hizo que no dudara en acercarme, y tus respuestas me dieron la pauta para saber que…eres una pervertida—soltó una carcajada.

—Bern.

—La verdad tus respuestas fueron acertadas, no titubeaste ni un segundo, me encanto que tomaste la iniciativa en el baño, las chicas no suelen hacer eso; es porque no eres cualquier chica Lena.

— ¿Y cómo soy? —me intereso.

—Esa es otra pregunta, ahora es mi turno—aprovecho el momento.

—No es cierto, antes tienes que saber si me gusto tu respuesta—esbozo una sonrisa perversa.

Asiente con su cabeza, levanto mi brazo, me enderezo un poco, tomo su mejilla y le doy un beso.

—Len, ¿Qué ha sido lo más atrevido que has hecho hasta ahora?

—Besarte en el baño, acostarme contigo en mi casa y dejarte entrar por mi balcón—le aseguro.

—No te creo, se nota que eres una pervertida por experiencia—se ríe.

—No tengo porque mentirte—reitero.

—Es válido, pero aun así tendrás que tomarte tu primera copa—se burla de mí.

Bern toma de la parte trasera de la camioneta una canasta de picnic.

—Así que es un picnic—me muestro emocionada.

—Un picnic, dentro de una camioneta y en medio del bosque en temporada de invierno; que original, ¿no te parece? —me dice sarcástico.

Me sirve una copa de vino y me la tomo de un solo trago, dejando vacía mi copa.

—Listo—intento devolverle la copa.

—Es mejor que te quedes con ella.

— ¿Me estas amenazando? —me indigno.

—Es tu turno.

— ¿Qué es una cosa que nunca has hecho que te gustaría probar?

—Tus pechos—no duda en responder.

Me enderezo y con la mirada le indico lo que pasará a continuación, le doy una cachetada apenas con un poco de impulso, aun así, me duele la mano.

 — ¿Cuál es tu mayor arrepentimiento de la vida hasta ahora?

—Mmm…no tengo ningún arrepentimiento, he hecho lo que he podido con lo que tengo—frunzo el ceño más en forma de pregunta que como afirmación.

—Es mejor que acerques tu copa—se ríe Bern.

Mi segundo trago me lo paso como agua.

Seguimos jugando y Bern se lleva muchas cachetadas y yo, bueno tengo mi copa en la mano esperando para cuando Bern me sirva más vino.

Mi teléfono se prende, es Marie quien me llama con insistencia.

—Voy a responder—le digo a Bern.

Contesto la llamada.

—Lena, ¿está todo bien? —parece preocupada.

—Sí, ¿Qué pasa? —me limito a decir.

—Es que no te he visto desde en la mañana, estoy en la cafetería y no te vi por ningún lado, pregunté y sé que no viniste a clases…

—Tengo que colgar, después te cuento Marie—la interrumpo y cuelgo la llamada…

Le ayudo a sacar las cosas de la canasta de picnic a Bern; tomamos café y comemos un poco de pan, la temporada invernal lo amerita. Cuando terminamos guardamos las cosas en la parte de atrás.

—Tengo que estar en el AHS antes de que llegue el chofer—le recuerdo a Bern.

—Estarás ahí, aún tenemos tiempo—me pasa su dedo por mis labios provocándome.

— ¿Así? —me siento sobre sus piernas.

—SÍ—murmura a centímetros de mi boca.

Nos besamos.

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