En cuanto Adeline terminó de leer la última línea, sus lágrimas estallaron sin control.
—Jason… —susurró, con la voz rota. Se impulsó para levantarse de la cama, tambaleándose sobre sus piernas débiles, y salió corriendo de la habitación.
Afuera, el abuelo Tom, Isabella y Maximilian estaban conversando. Todos se quedaron paralizados al verla.
—Adeline, cariño, ¿qué haces aquí? Todavía no estás recuperada. Vuelve adentro a descansar —dijo Isabella con urgencia, intentando sujetarle el brazo. Pero Adeline se apartó.
—Mamá… ¿dónde está Jason? —su voz quebró, mientras las lágrimas caían sin detenerse.
—Cielo, ya te dije… Jason está fuera de la ciudad por una misión —explicó Isabella suavemente.
—Vamos, vuelve adentro a descansar —añadió Maximilian, intentando guiarla de regreso.
—No, papá. Quiero ver a Jason. ¡Dime dónde está! —exclamó Adeline, apartando su mano bruscamente.
—Adeline, sé paciente, cariño. Jason vendrá mañana —intentó tranquilizarla el abuelo Tom.
—¡No! Abuelo, por favor…