La noche siguiente, el aire estaba helado. El viento seguía moviendo las ramas de los árboles, haciendo que las hojas susurraran una y otra vez.
En la cocina, Isabella estaba ocupada preparando una cantidad ridícula de comida, suficiente para dejar a Adeline mirando con sospecha. Ella le explicó que el abuelo Tom vendría esa noche… junto con su nieto. Adeline solo se encogió de hombros, claramente nada interesada en quién sería su invitado.
—Adeline, recuerda ser educada cuando lleguen los invitados, ¿sí? —le recordó Isabella.
—Depende, mamá. Si el invitado es educado, yo también lo seré —respondió Adeline con total tranquilidad mientras masticaba una galleta que había tomado del frasco.
—¡Adeline! —la voz de Isabella se agudizó. No le gustaba nada esa actitud.
—Jeje, ¡está bien, está bien! Solo estaba bromeando. Seré amable y dulce, lo prometo —Adeline levantó su meñique para sellar la promesa, haciendo reír a su madre.
—Así me gusta —Isabella revolvió el cabello de su hija con cariñ