Polina se estremeció al escuchar la voz de su madre a través de la bocina del teléfono.

Incluso antes de qué se lo dijera, ella ya lo sabía en su interior.

—¿Polina? ¿Me oyes?

¿Cómo debía reaccionar ante la noticia?

Desde que era pequeña, su madre la había enseñado a gestionar sus sentimientos, guardándolo en lo más profundo. Pero aquello dolía incluso aunque ella supiera que iba a suceder en cualquier momento.

¿Juzgaba a Dimitry?

No.

Tampoco le tenía rencor.

Ella había crecido en el mundo de la mafia, sabía que obviamente Dimitry había hecho lo que un mafioso hace en medio de la tradición. La sangre se paga con sangre.

Aquel era un lema de la Bratva.

Su padre lo sabía pero su ambición lo llevó a la muerte.

Una terrible, para variar.

Sin embargo, fuera como fuera, era su padre. Incluso, aunque la ignoraba constantemente.

—Te oigo, mamá.

Su voz no sonó temblorosa como se sentía en su interior, sin embargo, un mareo inesperado se apodó de ella y tuvo que apoyar su mano sobr