“Oh, mi error, no vi ningún anillo”, él declara. Asiento con la cabeza y levanto su mano, miro el anillo de diamantes en su dedo y lo miro a él.
“Difícil no verlo, amigo”, siseo, poniendo un poco de énfasis en ‘amigo’ “Vete”, gruño, y veo como él levanta las manos y se aleja. En cuanto se va, le doy la vuelta a Shayla y la miro. Sus habituales ojos verdes claros se oscurecen en el momento en que nuestras miradas se cruzan.
Ella estaba molesta.
Así que aquí estoy, a la una de la madrugada, persiguiéndola por la calle. La agarro de la mano antes de que se vaya demasiado lejos y la atraigo hacia mí. “Shayla, ¿podrías entrar al coche para hablar?”.
Ella suspira y mira al suelo. “No hay nada que hablar. Vete a casa, Cole”. Ella intenta quitarse la mano de encima y me mira cuando aprieto mi agarre, sin soltarla.
“Vamos a hablar de esto y vas a escucharme. Entra en el coche”, le replico, y nos miramos fijamente. “Por favor”.
Shayla finalmente cede: “Está bien”. Nos dirigimos al coche. L