Creer fielmente en el destino, es saber que nuestras vidas de un momento a otro pueden cambiar, pero el riesgo que corremos; es que a veces puede ser para bien o para mal. Ainoa es una mujer de 24 años, que desde muy joven decide darle un giro a su vida. Siendo una fiel y eterna creyente del amor y del romance, se deja llevar por su corazón y se aleja de sus padres para seguir a un hombre —Romeo— que pensaba seria el compañero de toda su vida. Para su desdicha, este hombre hace que sus días de alegría se conviertan en un infierno. Con el tiempo, Ainoa se ve forzada a dejar a su pareja y trabajar como mucama en la mansión de un hombre llamado Robert Harrison, lo que parecía un simple empleo, se convertirá en otro giro inesperado para su vida. Robert Harrison es un empresario de 34 años, que debió volver a Italia para encargarse de la compañía de su padre; el cual muere a causa de un accidente. Por lo que la compañía familiar, se ve envuelta en una serie de crisis que ponen en riesgo su economía, para esto, Robert considera oportuno conocer el testamento de su padre para encontrar fondos que permitan sacar la empresa de los diferentes líos monetarios; pero para su sorpresa, lo que encuentra es una cláusula que lo obliga a estar casado para poder hacer uso de todo lo que su padre ha dejado. Ambos —Ainoa y Robert— destinados a conocerse, terminan enfrascados en una odisea; donde los secretos, el amor, las discusiones, las mentiras y un arreglo matrimonial, los une por seis meses. ¿Podrán cumplir ese acuerdo?
Leer más—Deje la tonteria y acerquese, no se comporte como una niña timida de catorce años —me dice en un susurro el hombre que ahora debo llamar esposo.
Robert me sostiene de la cintura porque su madre ha llegado repentinamente a la casa.
—No me siento comoda —respondo en voz baja soltando su agarre.
De pensar que finge ser un lindo y adorable sujeto cuando siempre me trata como una basura, me molesta. Aunque pensando bien, me sigue tratando como lo que realmente soy, su sirvienta.
Camino hasta la cocina y disimulo un poco, vine por un vaso de agua el cual tomo por pequeños sorbos. No saldré hasta que la mujer se marche.
—Tenemos que ir juntos a un evento esta noche. Quedaría muy mal si voy por mi cuenta, no es un buen momento si llego a recibir críticas porque “oculto” a mi esposa.
No me anima en absoluto que las personas sepan que soy la esposa del hombre más cotizado del pais, todo lo contrario, me siento bien aquí encerrada, no tengo que andar fingiendo nada.
—Está bien señor.
—Este evento es muy importante, espero que no hable o haga más de lo debido. Estarán muchos medios en ese lugar y de seguro se enfocarán en usted.
—Si señor.
Por la tarde, entro a mi habitación y busco un vestido apropiado para la ocasión. Hay tanto que no sé por donde deba empezar. Por lo menos tengo la oportunidad de usar alguna de estas increibles piezas de mi nuevo ropero.
Al final, me decido por un vestido de color dorado y zapatillas de tacón delgado color piel. Para mi cabello, me decido por unas ondas sueltas y un maquillaje lijero.
—¿Estás lista? El auto ya está en la…
Robert aparece en mi habitación y me repara de pies a cabeza. Solo espero que mi atuendo no haya sido una mala elección.
Al llegar al lugar donde harán la apertura oficial de esta nueva compañía, veo que hay muchas cámaras y personas, lo que me genera algo de nervios.
El chofer, de manera amable nos abre la puerta y salimos ante las personas que parece esperaban al señor Harrison. Este, con una sonrisa amplia los saluda y camina hasta ellos tomándome de la mano. Muchos de los reporteros enfocaban mi rostro, pues hasta ahora se hace más evidente la cara de la repentina esposa del gran empresario.
Cuando entramos al aeropuerto y todos organizan el momento para cortar un listón, veo al esposo de Verónica acercarse hasta mi.
—¿Estás nerviosa? Pareces algo tensa.
—No, estoy bien. Es que no estoy acostumbrada a ya sabes… tantas personas.
—Es evidente, mira como su suda tu bozo —expresa pasando su dedo pulgar muy cerca de mi boca.
—¡Ainoa!
Escucho al señor Harrison de repente lo que me sobresalte.
—Los dejo solos —comenta el socio de Robert para volver con la z***a de su esposa.
Robert me toma de la mano con fuerza y me lleva fuera de la sala principal del aeropuerto, por más que hago para que me suelte porque lastima mis dedos, este me arrastra hasta encerrarse conmigo en cuarto de conserjería.
—¿Se puede saber que m****a hace?
—Nada señor, yo solo…
—Todos ven como te dejas tocar de ese hombre, ¿me quieres hacer quedar como imbecil?
—El solo era cortés conmigo, no estaba…
—Lo vi, te estaba tocando los labios, ¡ja! De mi no te dejas tocar ni por accidente, pero si te dejas manosear del esposo de otra mujer.
—¡Basta! —grito sacando coraje de mi—. No le voy a permitir que me falte al respeto, ¿cree que yo soy como la esposa de ese hombre? ¿Cree que yo soy como esa Veronica a quien usted se folla cada vez que quiere?
El hombre se queda callado y con su boca semi abierta por mi declaración.
—Eso no es de tu incunvencia, si me follo a esa mujer o no, no es tu problema. Aquí estamos hablando de ti y la falta que cometiste, que no se te olvide que frente a todos en este maldito lugar, eres mi esposa.
—¡No soy su esposa!
—¡Lo eres! por ahora lo eres. Así que guarda tu calentura para despues, porque este no es lugar apropiado para que te dejes tocar de todos los hombres del evento.
—Es un desgraciado, lejuro que prefería acostarme con todos ellos que con una basura de hombre como usted.
Para este momento mi ira estaba apoderada de mi, en mi vida pasada me dejé humillar tantas veces que no puedo permitirlo una vez más, nunca más.
Levanto mi mano y sin dudarlo, le doy una bofetada al hombre que se atrevió a insultarme.
Robert con su cara ladeada por mi golpe, muerde sus labios y luego sonrie como si lo que hice fuera poca cosa.
—¿De esa manera quieres hacer las cosas? —cuestiona girando su cara hacia mi.
El señor Harrison, enojado por mi acto, se lanza hacia mi y me toma del mentón. Me acorrala hasta la pared y me repara mi rostro hasta detenerse en mis labios, luego mira mis ojos y una manera retadora, con su otra mano me toma de la cintua y me pega a su pantalón—. Las cosas se hacen como yo digo.
Robert une con brusquedad nuestras bocas, me besa de manera repentina haciendo que me congele por completo, sus labios deboran los míos con poca delicadeza; es su manera de hacerme entender que es quien lleva el control, que es el único que puede hacer y deshacer.
Por más que hago, sus brazos son muy fuertes, me empiezo a sentir pequeña ante el; pero por un instante, dejo de forcejear porque la brusquedad de su boca a cedido; el hombre besa mis labios al tiempo que su lengua saborea la mía, ambos brazos rodean mi cintura y no puedo evitar dejarme llevar. Al momento de querer separarnos por falta de aire, el señor Harrison con mirada confundida, me mira y me suelta; sin decir más, se da lavuelta y se marcha.
—¿Qué fue eso?
Narra Ainoa Al despertar recordé lo que había pasado, miro a todos lados y temo de ver la misma habitación donde estaba.—Calma, espera, aquí estoy.Robert corre hasta mí y me rodea con sus brazos, me desoriento un poco y él hace que lo mire a sus ojos.—Ya pasó mi amor, ya no debes tener miedo. Todo acabó.—¿Dónde está?—Ya acabó, él no vendrá más. Estás a salvo.—Quieres decir que él está… está muerto.Robert asiente con su cabeza.Lo abrazo y me pego a su cuerpo, no sé que hubiese pasado si él no llega a tiempo.—Vamos a estar bien.Robert me puso la mano en mi vientre y luego me da un beso.—¿Vamos?—El médico nos dijo que esperamos un bebé, ¿lo puedes creer?—¿Un bebé?Miro mi barriga y me cuesta creer que tengo un bebé dentro.—No sé cuidar un bebé —digo aun sorprendida.—Pero nosotras sí, así que no tienes de que preocuparte —menciona mi madre entrando con la madre de Robert.Mis ojos se nublan porque estoy feliz, no creí que pudiera salir de toda esta pesadilla y ahora estar
Narra RobertSeguí a Romeo por toda la tienda, actuaba normal, aunque intentaba tapar su rostro. Compró medicinas y las pagó con muchas monedas.Romeo sale de la tienda y el chico que atiende parece nervioso, el jovencito estaba blanco como una hoja de papel. Me doy la vuelta y sigo a Romeo, quien camina con paso ligero al notar que a la salida hay una patrulla; camino por la parte más oscura para que no pueda verme, agilizo mis pasos para no perderlo de vita. Llegamos a un punto en que ya no se veía la farmacia, ni la estación de gasolina, era solo la calle, la oscuridad y los grandes arbustos. Por fin el hombre se detiene y baja por un sendero, corro entre la maleza para no perderlo de vista. Romeo entra a una casa abandonada y cierra la puerta.—Te tengo.Me acerco con cuidado de no hacer ruido, soy cauteloso hasta que unos gritos me alertan.—¡No, déjame!—¡Toma la medicina!Se escucha un ruido como si algo se callera al piso y luego un grito más fuerte.—¡ves! Tu haces que haga e
Narra AinoaEl rostro que veía solo en mis pesadillas aparece en el momento más feliz de mi vida, creí que estaba viviendo el arcoíris que tanto esperaba ver después de la tormenta, pero parece que aún no termina.—¿Qué haces aquí?—Hola, mi amor.Miro con miedo a Romeo quien se ve tan terrible e irreconocible, respiraba con el pecho agitado y cuando estuve a punto de gritar, él se lanza sobre mí, tapa mi boca y pega su cuerpo al mío. Las rosas que encontré en el cuarto las dejo caer al suelo.—Sé que estás muy feliz de verme, pero nadie puede saber que estoy aquí. Afuera está ese maldito y si sabe que estoy aquí, querrá llevarte con él.Con mis manos intento quitarle su mano de mi boca, pero creo que tiene algo en ella porque mi cuerpo se hace más débil. Romero quita su mano y por más que quise gritar, no pude, mi cuerpo no reaccionaba a lo que yo le pedía.—Calma, ya estás segura.El hombre acerca su boca a la mía y deja un beso, hasta ese momento empezaba a perder el control de mí
Narra RobertLa familia de Ainoa esperaba que en la casa de Romero la pudieran encontrar, todas las esperanzas estaban puestas en el trabajo de las autoridades, también confío en lo que hacen, pero algún modo siento que falta más. llevamos dos días de este terrible suceso y cada vez más la mente nos traiciona, los pensamientos nos invaden y nada es positivo.—Señor Harrison, estamos listos. Acompáñeme.Iré en una patrulla con uno de los hombres, hacen todo un operativo porque no saben con que se puedan encontrar, el oficial que conduce, todo el tiempo se comunica con sus compañeros por el radio y algunas dicen haber llegado al lugar.—Podría darse prisa —digo para que acelere.—Guarde la calma, voy a la velocidad correspondiente.El trafico no ayuda y eso me altera los nervios, estoy tan asustado que las manos me tiemblan. El auto empieza a detenerse y veo al grupo de uniformados afuera de un edificio, parece que hemos llegado.Los policías bajan de sus autos y se ubican para entrar.
Narra Robert El sentido que siempre nos dice que algo no anda bien, es el más acertado de todos. Esa voz interior me decía que me diera prisa porque es más grave de lo que parece. Llego a la estación y mi amigo ya espera por mí, es el comandante Miller, era amigo de mi padre y ahora es muy cercano a la familia. —Robert, ¿me sorprendió mucho tu llamada, vine aquí apenas me dijiste ¿Qué sucede? —Es mi esposa, hoy fuimos a casa de sus padres y de la nada desapareció. —Espera, respira un poco y explícame con detalle. El hombre me pide pasar y me sienta en una oficina. —Mi esposa Ainoa Welch, hace un tiempo no ve a sus padres, hoy fuimos a visitarlos y en cuestión de media hora desapareció. Ella entro a su antigua habitación y en esos minutos no supimos más de ella. —¿Así? No hubo algo extraño o algún comportamiento diferente en ella o entre ustedes. —No, todo fue normal, no hubo nada diferente… —hago silencio al recordar las notas—. Solo algo, esto lo encontré en su habitación —di
Narra RobertYo amo a su hija, desde el día que la conocí supe que algo en ella era especial; no puedo mencionar que fue repentino, pero a medida que dejó de ser una mujer callada y tímida, vi la fuerza de su corazón y me enamoré.—Guou, escuchar que ella era tímida es difícil de creer, Ainoa desde pequeña fue muy clara con lo que quería, hablaba demás y expresaba todo, si algo le parecía bien o no.—Creo que ella tuvo días complejos —dice su madre—. Gracias a Dios llegó una buena persona a su vida.Ainoa me contó sobre lo que le pasaba, pero me pregunto ¿Qué tanto pudo sufrir para cambiar de esa manera?—¿Dónde está Ainoa? —pregunta el padre.—Está en su habitación, debe estar buscando esos libros que siempre leía de pequeña, todo allí sigue igual. No quise mover nada porque sabia que volvería, aunque mi esposo se mantenía en una posición de rudo, muy en el fondo estaba destruido.Seguimos hablando por un rato más, yo miraba hacia el pasillo y no veía a mi esposa, estuve a punto de d
Último capítulo