No creía lo que había escuchado. Él la iba a ayudar a escapar de ese lugar.
Pero ella se preguntaba, ¿cómo iba a hacer para que eso pasara?
—Es imposible. No hay cómo pueda escapar de ese lugar —su voz salió apenas como un susurro, cargada de escepticismo y una pizca de miedo.
Su mente intentaba procesar lo que acababa de oír, pero el miedo y la desconfianza se arremolinaban como una tormenta, bloqueando cualquier intento de pensamiento racional.
Sabía que estaba bajo constante vigilancia, las veinticuatro horas del día, y una idea así parecía una trampa, una ilusión peligrosa.
Marco observó cada una de sus reacciones. A él no parecía importarle la imposibilidad de la situación; al contrario, su seguridad era tan intensa que casi la convencía.
—La palabra imposible no existe para mí, Elena —dijo Marco, con voz baja y firme. No había rastro de duda en sus palabras. Su tono era el de alguien acostumbrado a desafiar lo imposible—. Soy el único que te puede ayudar a salir de ese agujero.