Victoria logró esquivar la taza de café a tiempo, pero no pudo evitar que un poco de escozor caliente tocara su brazo, manchando su ropa.
Sofía soltó una expresión de desaprobación, mientras que Zoé la miraba furiosa.
—¡Cómo te atreves a decir eso! —Zoé gritó, sintiendo que su autoridad estaba siendo desafiada.
—Lo que diga Oliver no es asunto tuyo, Victoria. Eres una aprovechada. Seguro que le estás sacando todo el dinero que puedes antes de que te eche de su vida.
Victoria limpió las gotas de café de su ropa con calma, manteniendo la compostura. Aunque podía sentir el dolor punzando debajo de la tela.
—No me interesa tu opinión, Zoé. Y no necesito el dinero de Oliver para vivir. Tengo mi propia carrera y mis propios recursos.
Zoé soltó una sonrisa burlesca.
—¿Una carrera? Eres una nadie, Victoria.
—No sabes nada de mí, hermana.
—¡No me digas así! No soy tu hermana. —Zoé estaba perdiendo la paciencia.
Cómo deseaba gritarle a la cara que ella no era una Solís, pero Sofía supo leer sus