Sentado en la silla de ruedas, vestido con un impecable pijama de seda oscura, Andrews la esperaba. Parecía que incluso había planeado dónde colocarse solo para acorralarla, justo frente a la puerta del baño, como si ya supiera exactamente lo que iba a pasar.
Sus ojos descendieron lentamente por el cuerpo de ella, analizándola sin pudor, y una sonrisa ladeada apareció en sus labios.
—Parece que interrumpo un momento de celebración —preguntó con ironía.
Aurora sintió el rostro arder.
—¿Qué… qué está haciendo aquí? —preguntó, intentando cubrirse el cuerpo.Andrews inclinó ligeramente la cabeza, su mirada afilada atrapando la de ella.
—¿Dónde más debería estar? Este es mi cuarto. Y, al parecer, también el tuyo —ella ni siquiera había observado lo que había allí ni mirado dentro del armario.—Pensé que… que usted habría preparado otra habitación para mí —balbuceó, y él rió.
—Pensé que ya habíamos dejado claro que no soy un hombre tan generoso.El silencio se apoderó de la habitación.
Aurora se obligó a recuperar el aliento y cruzó los brazos, intentando cubrir un poco la camisola reveladora.
—Necesito dormir… estoy cansada. ¿Podría simplemente pedirle a la ama de llaves que me encuentre otro cuarto? Estoy realmente cansada —murmuró, evitando mirarlo a los ojos.—Oh, eso me lo imagino. Debe ser agotador venderse por dinero, ¿verdad?
Las palabras de él la golpearon como una hoja afilada.
—¿Qué? —sonrió con escepticismo mirándolo a los ojos, pero al segundo bajó la mirada. ¿Acaso él no tenía razón?Andrews se acercó despacio, girando las ruedas de la silla.
—¿Quieres que finja que creo en tu inocencia? ¿Que no sabías lo que hacías al subir a ese altar?Los ojos de ella se abrieron de par en par.
—¡Yo… yo no me vendí!Andrews sonrió, pero no había nada de humor en su mirada.
—¿No? Entonces dime… ¿por qué aceptaste este matrimonio? Sabías que no te correspondía estar allí, pero seguro que te pagaron bien para que ocuparas un lugar que no te pertenece. ¿Dónde está la familia Blonssom?Aurora apretó los puños.
—Yo… no lo sé. Además, no quería casarme, pero no tenía alternativa más que obedecer —confesó, apretando los labios e intentando concentrarse.—¿Obedecer a qué? —se burló—. Pobre niña tonta… —Se inclinó hacia adelante—. ¿Por qué no confiesas que lo hiciste solo por el dinero?
El pecho de Aurora subía y bajaba rápidamente mientras comprimía los labios.
—Usted no entiende nada… —murmuró, retrocediendo hasta chocar contra la puerta del baño, sintiéndose acorralada.—Oh, entiendo perfectamente. Aceptaste este matrimonio porque sabías que tendrías una vida cómoda. Y lo mejor de todo… sin necesidad de un marido de verdad. Al fin y al cabo, un hombre inválido no puede hacer nada, ¿cierto?
Ella se congeló. Los ojos de él brillaban como plata líquida, reflejando su expresión asustada.
—Usted me escuchó… —se llevó las manos a la boca, mostrando pánico.Andrews sonrió.
—Sí. Escuché cada palabra, pero nunca estuviste tan equivocada. —Apoyó las manos en los brazos de la silla y puso los pies en el suelo sin dificultad.Y entonces, se levantó. El corazón de Aurora casi se detuvo.
Sus ojos se abrieron aún más mientras Andrews se erguía por completo, los músculos definidos de sus piernas tensándose bajo el pijama.
El hombre frente a ella era alto, fuerte e imponente, muy diferente a la imagen frágil que había creído.—¿Qué…? ¿Cómo…? —balbuceó, la mente nublada.
Él avanzó hacia ella, sin prisa, saboreando su expresión incrédula.
—¿Sorpresa?Aurora retrocedió, sus pies descalzos deslizándose sobre el suelo frío.
—¿Usted… usted mintió?Andrews se detuvo a escasos centímetros de ella.
—No mentí. Simplemente dejé que creyeran lo que quisieran. Pero como ves… no soy tan vulnerable, ¿verdad? —preguntó, desabrochándose la camisa.Aurora cerró los ojos con fuerza, intentando ocultarse, aún cubriéndose el pecho con los brazos.
Se apartó más, sintiendo el peso de su mirada.—¿No estás vestida para la noche de bodas? ¿Por qué tanto miedo ahora?
—Yo… no puedo hacer esto ahora. Necesito tiempo.Andrews ladeó la cabeza.
—¿Tiempo? —repitió, como si le divirtiera la idea.Ella tragó saliva, temblando un poco.
—Sí… necesito tiempo.Él la observó durante un largo momento y luego una sonrisa fría apareció en sus labios.
—Dime, Aurora… ¿todavía sientes asco por mí?La pregunta la tomó por sorpresa.
—¿Qué?Él alzó una ceja.
—Eso fue lo que te oí decir, ¿no? Que era un alivio que yo estuviera en silla de ruedas.Ella abrió la boca para negarlo, pero no tuvo oportunidad.
Andrews dio un paso al frente y tiró de la tira de su camisola, que se deslizó levemente por su hombro.
—Quítatela.Aurora se congeló.
—¿Qué?—La ropa. Quítatela ahora —gruñó, apretando la mandíbula.
—¡No! —retrocedió un paso, aferrándose a la prenda.
Pero él no se apartó.
—Puedo hacerlo por ti, si prefieres.La sangre de Aurora se heló. ¿Hablaba en serio?
Presa del pánico, se giró para correr, pero antes de que pudiera alcanzar la puerta sintió los dedos de él rozar su piel.
Ella gritó, aferrando la camisola contra su cuerpo, y él la soltó sin esfuerzo, dejándola escapar por el pasillo con las lágrimas nublando su visión.
Apoyado ahora en la pared del pasillo, Andrews rió con malicia al verla entrar en la primera habitación que encontró para esconderse.
—¿Qué has descubierto? —preguntó cuando su asistente se le acercó, tras presenciar toda la escena.