El doctor apareció con expresión seria y se acercó a Carmen y Carla.
—El señor Savelli está fuera de peligro —informó—. Por fortuna, la herida fue superficial y no dañó ningún órgano, ni tejido importante. Tuvo suerte. Permanecerá hospitalizado al menos seis días para su recuperación.
Carla suspiró con alivio y esbozó una sonrisa.
—¿Puedo verlo?
—Esperemos a que despierte —respondió el doctor.
***
Los guardias arrastraron a Roma hasta la habitación del hospital.
Apenas cruzó la puerta, Eugenia y Kristal la miraron sorprendidas.
Los hombres la empujaron al interior y se retiraron sin decir palabra.
—¡Arrodíllate, Roma! —ordenó Alonzo, su voz era un rugido.
Kristal sonrió con burla.
—Vamos, Roma. Es lo menos que puedes hacer después de intentar matar a mi hijo. ¿Por qué eres tan mala, Roma? Pobre de mí y mi bebito —dijo la mujer con un falso sollozó que Roma odió.
Roma levantó la barbilla, desafiante.
—¡Nunca! No pediré disculpas a esta zorra.
La respuesta hizo que Alonzo perdiera la pac