POV: Evander Blackwood Ya es casi medianoche y acabo de llegar a San Francisco. El tráfico estuvo terrible y me retrasó alrededor de una hora. Tengo miedo de no haber llegado a tiempo. Ni siquiera sé si ella realmente está aquí. Estoy actuando a ciegas. Sin embargo, no dudo en entrar en ese viejo edificio, dispuesto a todo. Creerán que estoy loco si pregunto por ella, porque todos saben que está muerta. No tengo ni idea de qué podría decir. Por suerte, la anciana que estaba en recepción la última vez, Marta, sigue ahí. Ahora que estamos frente a frente y sus cálidos ojos me miran esperando que le diga algo, me siento incapaz de hablar. Mi pregunta sería inapropiada para ella. No quiero ser imprudente. —¿Va a quedarse toda la noche ahí parado, señor? —me pregunta con una sonrisa divertida—. Puede hablar con confianza. ¿Necesita una habitación? —No —respondo rápidamente—. Es... necesito preguntarle algo. —Adelante. Ya nos hemos visto antes, vino con esa muchacha amiga de Tess, ¿no
~Narrador omnisciente~ Camelia se sentó frente al escritorio, manteniendo las manos entrelazadas sobre su regazo. El despacho olía a café frío y desinfectante. Del otro lado, el doctor Ortega hojeaba lentamente las hojas que ella misma le había entregado momentos antes.—¿Y dice que las tres mujeres tienen un cuadro similar? —preguntó sin levantar la vista.—Sí —respondió ella con voz tranquila—. Cambios repentinos de humor, agresividad, episodios de delirio, insomnio extremo. Una de ellas incluso ha comenzado a tener alucinaciones auditivas.El doctor frunció ligeramente el ceño.—¿Están relacionadas entre sí?—Sí, son cercanas —mintió con soltura—. Son parientes, en realidad, lo que podría haber potenciado los síntomas. Sinceramente, temo que se estén alimentando mutuamente el cuadro.Él asintió, aún con una expresión escéptica.—¿Y qué antecedentes psiquiátricos tienen?—Ninguno confirmado —respondió con rapidez—, pero hay comportamientos que me preocuparon. Una de ellas intentó a
POV: Natalia HarringtonLa cena transcurre animada entre familia. El abuelo Renzo sonríe como nunca antes lo había visto, rodeado de mis padres y de Nadia. Extrañaba este ambiente entre nosotros, como en los viejos tiempos, y me encanta que estemos recuperándolo.Cole también parece animado, aunque lleva días cabizbajo desde que Zara se despidió para irse a casa de sus padres. Aunque respetamos su decisión, no pudimos evitar sentir tristeza. Queríamos hacer más por ella, tratar de compensar todo el daño que vivió, pero, con una sonrisa serena, se mantuvo firme hasta el final. Nos alegramos de verla tan decidida.La mansión ya no se siente tan vacía. Cada noche cenamos juntos. El abuelo nunca falta, siempre presente para compartir ese momento como si todos intentáramos recuperar los años perdidos por culpa de aquel embrujo.Sin embargo, en medio de toda esta alegría, hay una tristeza que estoy ocultando de los demás. —¿Cuándo piensas volver? —pregunta papá del otro lado de la línea mi
POV: Bob CrusherNatalia luce radiante en su pequeña celebración familiar. Me fui de su habitación a las cinco de la mañana, después de quedarme dormido abrazándola. Era lógico suponer que alguien entraría temprano a cantarle el "feliz cumpleaños", y así fue.Por suerte, antes de irme, me aseguré de limpiarla y cambiarla con cuidado para no dejar rastros ni levantar sospechas. Solo puedo imaginar su rostro al despertar, con el corazón acelerado, temiendo lo peor.Ahora está en el jardín principal, cortando su enorme pastel. Lleva un vestido hermoso que la hace ver aún más encantadora. Sonríe con dulzura y, desde el otro extremo del jardín, sonrío con ella.Dentro del bolsillo de mi pantalón, aprieto el regalo que le tengo preparado. No es nada costoso, como los que seguramente está acostumbrada a recibir, pero en cuanto lo vi, pensé en ella. Le han llegado obsequios de todos los tamaños y colores, grandes cajas y pequeñas envolturas, pero ninguno se compara con el primero que recibió
Venir a trabajar con hambre, sueño y dolor de cabeza no es la mejor manera de empezar el día. Pero aquí estoy, sirviendo café para mi gruñón jefe. ¿Qué le pasa a ese viejo amargado? Si está muy frío, lo devuelve. Si está muy caliente, también. Si está tibio, lo mismo. ¿Quiere tomar orina o qué?Regreso a su oficina con otro café, forzando la sonrisa mientras lo dejo sobre su escritorio. Me observa a través de sus lentes de pasta oscura, toma un sorbo y, como era de esperarse, frunce el ceño.Aquí vamos de nuevo.—Sabe horrible —dice con calma, y me da un tic en el ojo—. Tráeme otro.Estoy segura de que me odia. Sí, eso debe ser. Tranquila, Tess, respira.—Con todo respeto, señor, pero ya van cinco cafés con este…—¿Me estás cuestionando? —se quita los lentes, y eso solo significa que quiere pelear—. ¿Además de incompetente, atrevida?—Es solo un café. Todo el tiempo que he perdido en esto podría haberlo invertido en trabajo, señor —sueno tan harta que ni me esfuerzo en disimularlo.—A
—L-lo siento —tartamudeo—. Es que… me tomaste por sorpresa, ¿sí? Vamos, hombre, eso no se le hace a una dama.El tipo se gira y me mira, confundido, pero también furioso. Por un instante, creo que va a pegarme, porque su expresión lo dice todo. Pero en lugar de eso, me sujeta la muñeca con fuerza y se inclina hacia mi oído.—Te has vuelto completamente loca, Zara —susurra. Mi cara debe ser un poema ahora mismo —. Vas a pagar por la humillación que me hiciste pasar hoy, ¿entiendes? Ahora ponte recta y sonríe. Es lo único que queda después del espectáculo que montaste.Quiero responder, pero él me toma de la mano y me obliga a mirar al frente. Lo hago, aunque entrecierro los ojos por la incomodidad de los flashes que no dejan de cegarnos.De repente, la gente empieza a aplaudir y a darnos felicitaciones que, en lugar de emocionarme, me hacen sentir incómoda.Sí, esto es, sin duda, una puta boda. Me acabo de casar. Acabo de dar el "sí". Y no tengo la menor idea de cómo pasó, si lo últim
No puedo creer lo que ven mis ojos. Mi mandíbula casi se desprende al ver la inmensa residencia de lujo frente a mí. ¿Esta es mi casa? ¿La de Zara y Cole?Mi esposo se baja del auto sin molestarse en abrirme la puerta, como hicieron esas amables y desconocidas personas frente a la iglesia. Simplemente ajusta su impecable traje y camina hacia la entrada.¿Con qué tipo de gusano te has casado, Zara? Bajo por mi cuenta, porque no necesito a un bastardo para resolver problemas como este. Sin embargo, termino cayendo al suelo cuando tropiezo con el vestido y los tacones. Es tan grande e incómodo. ¡Qué malditos gustos!—¡Oye! —le grito a Cole— ¿No puedes echarme una mano?Él se voltea y me mira. Con esa expresión de desprecio, parece decirme desde arriba que soy un insecto que debería ser aplastado por su zapato en este mismo instante.—No te mandé a usar ese ridículo vestido —escupe, antes de continuar su camino, dejándome atrás.«Vale, con que esas tenemos. Ya verás.»Me levanto como pue
Me he quedado dormida. Por todos los santos, caí en un sueño de mil años. Ni siquiera me he quitado el vestido de novia, y la oscuridad en la ventana me indica que ya es de noche.Miro a mi alrededor. Sigo aquí, atrapada en un cuerpo que no es mío, en una vida que no me pertenece. ¿Acaso nunca volveré a mi estado original?Me incorporo con desgana, tentada a seguir disfrutando de la suavidad de la cama, pero tengo cosas que averiguar. Me dirijo al baño, inmenso y lujoso, con una bañera gigante, un espejo imponente, una amplia ducha y jabones con lociones de todos los aromas imaginables.Paso una eternidad en el agua, zambulléndome y saliendo a la superficie, jugando con la espuma como una niña con juguetes nuevos.¡Esto es vida!Media hora después, envuelta en una toalla, abro el armario y dejo que mi dedo elija al azar entre los exquisitos vestidos. Debo admitir que Zara tiene un gusto impecable: prendas elegantes, atrevidas y sofisticadas, dignas de una dama de la alta sociedad. Me