#68:

–¿Lo puedo cargar? –preguntó Catalina, en cuanto la sumisa terminó de darle el biberón al bebé.

Nadya asintió.

— Por supuesto, Señora. Yo estoy aquí para ayudarle, pero el pequeño es suyo.

Catalina sonrió, emocionada, tomando al bebé en brazos y meciéndolo en ellos. Mientras la miraba fijamente, Nadya se dio cuenta de que a la señora Visconti le brillaban los ojos por las lágrimas.

–Hola, pequeñín, soy tu mamá.— Susurró Catalina, conmovida.

El bebé engurruñó su diminuto rostro, removiéndose en sus brazos y liberando un enorme bostezo.

–Es un bebé muy tranquilo, ¿no?–le dijo Catalina a Nadya.

–Sí, es una criaturita muy feliz.

Caty tomó aire varias veces y la sumisa pensó que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no dejarse llevar por el llanto.

–No me lo puedo creer –sonrió Caty, mirando al diminuto bulto entre sus brazos–. Es tan hermoso, y tan delicado.

A Caty le temblaron los labios.

–Sí –contestó tragando saliva la sumisa–. Además, su cabello parece que será
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