34. Juntos en el Cuarto del Espejo
Con un gesto brusco y sin delicadeza alguna, Valdimir sujetó firmemente el brazo de Aelina y comenzó a guiarla a través de los largos pasillos del imponente castillo del reino de los lobos. Los curiosos ojos de los sirvientes y guerreros que deambulaban por los corredores se posaron sobre ellos, observando con atónita mirada cómo el soberano conducía a su reina sin el menor atisbo de gentileza.
En el trayecto, Aelina intentó zafarse en vano de su férreo agarre, forcejeando inútilmente mientras un rubor de indignación teñía sus mejillas.
—¡Suéltame! Puedo caminar sola, Valdimir —protestó con voz airada, frunciendo el ceño en un gesto de molestia.
—Sé que puedes caminar sola, de lo contrario te llevaría cargada... camina —ordenó Valdimir con tono severo e irónico, sin aflojar su mano sobre el delicado brazo de la joven.
Sumidos en un tenso silencio, avanzaron por diversos corredores hasta que finalmente llegaron ante una robusta puerta de madera tallada. Valdimir, haciendo gala de su inu