Serena se acurrucó en el pecho de Esteban y, de paso, le pegó sus pies helados a la pierna.
El efecto del analgésico no tardó en hacer efecto, y su cuerpo empezó a calentarse poco a poco. Sin darse cuenta, se quedó dormida recostada contra Esteban.
Los ojos de Esteban brillaban con una oscuridad profunda, sin dejar pasar un solo rayo de luz.
Si Serena hubiera podido ver su expresión en ese momento, seguro se habría asustado tanto que no se atrevería a seguir en los brazos de un hombre tan peligroso.
Pero, por desgracia, en la vida no existen los "si".
Esteban la observaba dormir, y sin darse cuenta, llevó la mano a su cuello.
La piel de su cuello era tan blanca, tan delicada, que parecía frágil a simple vista.
¿Y si apretaba un poco...? ¿Se quedaría dormida para siempre en sus brazos y dejaría de pensar en Lorenzo?
Sus pensamientos eran un caos; sus rasgos, normalmente apuestos y tranquilos, ahora bajo la luz adquirían una sombra turbia, casi siniestra.
Después de un largo rato, final