Evan siguió aquellas risas, sus ojos se abrieron en un tormento, su corazón se aceleró, agudizó su vista para comprobar que su visión no era irreal, ¡Alba estaba con él! ¡Su peor enemigo! El causante de su infortunio. Casi enloquece. Como si fuera dominado por un instinto infernal, caminó hacia ella. Ella se quedó perpleja enseguida al verlo, caminó hacia él.
—Buenas noches, señor Santori, sea bienvenido —dijo Arturo sonriendo socarrón, pero sus ojos denotaban algo de nervios.
Evan estaba rojo, sus ojos empequeñecieron de ira,
—Evan, te presentó a la señorita Frida Mislan —dijo Alba preocupada al ver el rostro severo de su esposo
Evan saludó a Frida y le brindó felicitaciones por su cumpleaños.
—Muchas gracias, señor Santori, es un placer verlo aquí, su esposa es maravillosa, estaba invitándome a su casa.
Evan lanzó una mirada asesina sobre Alba.
—Claro, es usted bienvenida, cuando quiera.
—¡Oh, muchas gracias! —exclamó Frida feliz—. ¿Será posible que mi incondicional amigo Art