Mariza se levantó de la mesa, se alejó.
Jorge tocó el puente de su nariz con desesperación.
—Perdóname, Mariza, no quería lastimarte así… ¡Maldita sea! —murmuró, quiso ir y decírselo, no fue capaz.
Mariza estaba en su alcoba, escuchó el ruido de un auto, se asomó por la ventana, lo vio salir de la casa.
—Vuelve con ella —musitó con los ojos cubiertos de lágrimas—. ¿De verdad estará muriendo? Nadie jugaría con algo tan cruel, pero… siento que no es real.
Jorge manejaba sin rumbo, en la oscura noche, no había un lugar a donde ir.
Se detuvo en plena carretera, cuando supo que no había otro lugar al que ir, quería volver.
—¿A dónde quiero ir?
Recordó a Mariza, sus besos, sus caricias, todos esos recuerdos volvieron a él.
—¿Qué está pasando conmigo? Sé que, Mónica es importante, ella y yo llevamos tantos años juntos, cuatro, ¿cinco años? Luchamos por un amor que parecía prohibido, y al final, ella falló, me arruinó. ¿Y Mariza? Ella solo es mi esposa de contrato, ¿por qué hicimos el amor? No