Capítulo 82. Un nuevo aliado en el juego.

Caroline cerró la puerta tras de sí con un leve chasquido metálico. El pasillo del piso subterráneo estaba vacío, iluminado apenas por una serie de lámparas tubulares que lanzaban una luz fría, aséptica, como la de un quirófano. El eco de sus tacones resonaba contra el piso encerado mientras descendía hacia la última sala: la única que no aparecía en ningún plano oficial de la clínica.

No era la primera vez que bajaba allí, pero cada visita le recordaba que, en ese lugar, la ciencia había dejado de ser un instrumento de progreso para convertirse en una herramienta de poder. Y de destrucción.

Respiró hondo, intentando calmar el nudo que se le formaba en la garganta. Ya no podía retroceder: había elegido ese bando desde el día en que aceptó ayudar a Monteverde.

El guardia que custodiaba la entrada, vestido de negro de pies a cabeza, la reconoció sin necesidad de palabras. Solo deslizó su tarjeta sobre el lector y abrió la pesada puerta blindada.