8. Tres semanas...

Capítulo 8. Tres semanas para que tu mundo cambie por completo...

Paula tomó aire y lo soltó con lentitud. No iba a darle esa ventaja.

-- De nada que pueda interesarte señor Soler – Santiago asintió. Pero no quitó la vista de ella.

-- Tal vez te gustaría saber que sí me interesa... –

-- No será necesario – fue cortante. Él frunció el ceño.

El silencio se instaló como un tercero entre ellos. Paula tomó su taza de café sin decir nada. Lo observó con frialdad. Pero debajo de la mesa, su pierna se movía con un temblor casi imperceptible.

-- Hay cosas que no sabemos de los otros – le dijo ella por fin. -- Cosas que podrían cambiarlo todo si salieran a la luz – Paula se refería a la noche llena de pasión que compartió con él, técnicamente sigue casada y si eso se descubre ella también podría ser acusada de infidelidad.

Santiago no parpadeó.

-- Lo sé. Y por eso estoy aquí. Porque antes de decidir si esto es un juego, una trampa o una salvación, necesito saber ¿Qué clase de mujer eres, Paula Green? – él estaba hablando del caso de su abuelo, de la injusticia cometida por Federico Green.

Paula frunció el ceño, luego lo miró. Como si, por un segundo, la pregunta tocara un lugar más hondo que la carne. Un lugar donde incluso los recuerdos de su abuelo no podían alcanzarla.

-- Parece que compartimos la misma necesidad de escapar del mundo señorita Green – dice Santiago luego de ese silencio. Paula continúa mirándolo con seriedad. Traje impecable, mirada impenetrable y esa sonrisa sutil. El mismo hombre que la había hecho temblar y ser ella misma al mismo tiempo. El mismo desconocido que, sin saberlo, había presenciado el derrumbe de su antigua vida.

-- Parece que me estas siguiendo abogado, todo acá ya está cerrado – señalo los edificios de afuera. – ¡Claro! con excepción de este café –

-- ¿Debería hacerlo? – le respondió con un tono neutro, aunque en sus ojos había algo más que ese juego del que había hablado.

Santiago se sentó en el lugar donde había puesto su cartera sin pedir permiso. Paula, demasiado agotada para discutir, no protestó. En lugar de eso, lo miró con curiosidad disimulada. Estaba segura de que había algo diferente en él. Algo más oscuro.

-- Así que tu esposo fue una desilusión – le comentó Santiago, casi como al pasar. Paula frunció el ceño.

-- No recuerdo haberle contado mi vida privada – lo aclaro. Había olvidado todas las cosas que le grito en la cara antes de aprovecharse de él aquella noche.

-- No hace falta – mintió él. No quería avergonzarla más. -- A veces el dolor se adivina en la forma en que uno sostiene la taza o mira hacia la puerta esperando que nadie más entre – ella soltó una breve risa, sin alegría.

-- Mejor no lea tanto. Podría descubrir cosas que no le gusten – le dijo ella, pero eso era precisamente lo que quería él, descubrir cosas que sabía no le iban a gustar.

Santiago la observó por segundos, esa mujer había resultado una sorpresa desde el principio, no encajaba en sus planes y menos en su venganza, pero su abuelo había muerto en prisión sin poder limpiar su nombre, y aunque todos los medios estuvieron de acuerdo con la sentencia, él sabia que todo estaba podrido allí. Asi que, al verla ahí, rota, vulnerable y hermosa no dudo en tomarla como un buen reemplazo.

-- ¿Te puedo hacer una pregunta? – le dijo él en un tono más personal, más íntimo. Ella dudó -- ¿Su abuelo era un hombre justo? –

Paula se sorprendió. No porque no estuviera preparada para hablar de su abuelo, sino porque la pregunta salía de alguien que se suponía no la conocía. ¿O tal vez sí?...

-- ¿Acaso conociste a mi abuelo?, ¿Por qué me preguntas por él? –

-- ¿Quién no ha oído alguna vez hablar del excelente juez Green y sus casos? – le responde con una pregunta.

-- Entonces si has oído hablar de él debes saber que era un hombre más que justo. Él era un hombre firme, era un hombre recto –

-- Un hombre justo... ¿siempre? – ella levantó la vista, no le iba a permitir dudar de su abuelo, no ha él, un desconocido que ella eligió por error para tener sexo.

-- Cuando renunció a la Corte Suprema, nunca explicó por qué – dijo Santiago y Paula que había estado recordando a su abuelo esa tarde lo aclaro.

-- ¿Quién dice que nunca lo explicó? – le aclara ella. – Mi abuelo dijo que ya no podía actuar bajo sus principios. Yo era muy joven todavía, pero comprendía bien lo que decía, incluso recuerdo verlo llorar solo aquella vez, esa noche. Fue la primera vez que lo vi derrumbarse de esa manera –

Santiago asintió, ocultando el terremoto interno que esas palabras provocaban. Preguntándose ahora ¿si ese hombre alguna vez sintió culpa por lo que le hizo a su abuelo?, ¿Y si había sido forzado a realizar esa condena?

-- Dime algo Paula... ¿alguna vez oíste el apellido Soler de boca de tu abuelo? – por alguna razón Santiago esperaba que ella dijera que no. Pero no fue así.

-- ¿Soler? Creo que sí. Alguna vez oí ese apellido – agregó Paula, pensativa. -- No sé por qué me suena. Pero no lo recuerdo en que contexto fue – él cerro los puños a un lado de su cuerpo.

Santiago cambió de expresión. Esa era la semilla. La duda estaba plantada. No necesitaba apurar nada. Aún no. Su venganza estaba viva, pero también su duda. Paula no parecía la nieta de un hombre corrupto. Pero a veces los lazos de sangre esconden secretos que ni uno mismo entiende.

-- Tal vez lo recuerdes más adelante – le dijo él, enigmático. Ella frunció el ceño, sabia que él se apellidaba igual, asi que ahora más que nunca debía desconfiar de él.

-- No me gusta que me hablen como si supieran algo que yo no. Es condescendiente. Y arrogante de tu parte hacerlo, ¿tú eres un Soler no es asi? – Santiago se inclinó hacia adelante, bajando la voz.

-- Lo soy, ¿y qué? Eso no me hace arrogante señorita Green. Pero soy paciente... Y tengo muy buena memoria –

Paula sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero no fue por miedo a él, sino por su intuición, ahora más que nunca estaba segura de que ese hombre le ocultaba algo.

-- Este hombre tiene una historia detrás, y si no estoy equivocada podría estar ligada a mi abuelo o a mi – pensó para sí.

Cuando Santiago se levantó, le dejó una tarjeta. Sin razones, sin explicación alguna.

-- Por si alguna vez quiere hacerme otra pregunta. Yo también tengo cosas que no logro entender sobre el pasado. Y asi, sin más, se fue.

Paula no entendía nada, miró la tarjeta y luego su taza vacía. Mirando la puerta del café comenzó a pensar que el apellido Soler podría ser mas peligroso de lo que pensaba, zumbándole en la memoria como una campanilla del pasado.

-- ¿Quién demonios eres Santiago Soler? – se preguntó ahora en voz baja. -- ¿Y que demonios quieres con mi abuelo? –

Paula se quedó unos minutos más, había olvidado para que fue hasta allí, pero al menos le había servido para despejarse y olvidar a su marido infiel. Lo que no sabía ella era que acababa de abrir una caja de pandora con algo peligroso dentro de ella.

No sabía que, en menos de tres semanas, su vida volvería a girar, y no solo por el amor o el desamor, sino por una verdad enterrada en el pasado que cambiaría todo lo que creía de sí misma, de su familia y de Santiago Soler.

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