—Así es, gracias por limpiar siempre las lápidas de mis padres —dijo Julieta.
Luego sacó un sobrecito de dinero y lo puso sobre la mesa y dijo:
—Esta es una pequeña muestra de mi agradecimiento.
El guardia del cementerio la miró brevemente y se rio.
—En realidad, no hace falta que sea tan cortés, sé que usted es fiel a sus padres.
Julieta frunció los labios. Dudó por un momento y preguntó:
—Disculpe, señor, pero ¿existe posibilidad de que me pueda mostrar los videos de vigilancia de hoy?
—¿Qué ocurrió? ¿Usted perdió algo?
—No, hay un ramo de flores frente a la tumba de mi madre. Quiero saber quién lo dejó.
El guardia del cementerio sonrió misteriosamente y respondió:
—Señorita Rosales, no hace falta que lo busque, esa persona no puede ser encontrada.
—¿A qué se refiere con que no puede ser encontrada?
—No va a encontrar a aquella persona en las cámaras de vigilancia. Además, esa persona ha estado viniendo una vez al año por los últimos dos años. Pero él no me deja contárselo, así qu