Cuando Leandro pasó por enfrente del cuarto de Julieta, se paró. Quiso golpear la puerta, pero al final retiró la mano.
Salió de la casa, se dirigió al coche y se marchó de la Península.
El corazón de Leandro estaba muy agitado. La antigua apariencia de Julieta constantemente aparecía en su mente. A Julieta no le gustaba llorar. Aunque su mano sangrara, ella simplemente fruncía su ceño. En cambio, Dalila... A ella le encantaba llorar. Siempre parecía que fuera maltratada y miserable y al principio eso le hizo sentir lástima por ella. Sin embargo, luego de un tiempo, ya empezaba a ser molesto.
Sin embargo, cada vez que Leandro pensaba en los días más dolorosos, era Dalila quien estaba a su lado. Incluso donó un riñón para salvarlo. Ese tipo de favor no podía ser olvidado así como así.
En cuanto a Julieta...
Tan pronto como pensó en ella, se sintió enfadado e inconscientemente pisó más fuerte el acelerador.
Condujo todo el camino hasta el bar e hizo una llamada a Ismael.
—Ven a tomar c