Después de llegar al restaurante, Julieta empujó el menú delante de la niña.
—Pide lo que quieras.
Ella bajó la cabeza y miró hacia otro lado.
—Solo pide lo más barato. Comeré cualquier cosa.
Después de decir esto, bajó la cabeza un poco avergonzada y sus orejas enrojecieron ligeramente, mostrando timidez.
Preocupada de que la chica actuara así porque no sabía leer el menú, Julieta no le presionó más. Giró la cabeza y miró al camarero.
—Espaguetis, filete y papas fritas, hamburguesa de ternera y un refresco.
El camarero asintió y les sirvió un vaso de agua antes de darse la vuelta.
—No tienes que ser tan tímida, no soy mala persona —dijo Julieta mientras buscaba la foto de Dulce y se la enseñaba—. Mira, tengo una hija. Es muy linda, ¿verdad?
Ella asintió torpemente. Sus ojos miraban de vez en cuando por la ventana. Julieta recordó entonces que ahora parecía haberse llevado a la hija de otra persona.
—¿Tienes miedo de que tu familia no te encuentre? ¿Tienes el número de tu madre o de tu