—¿No es esa la verdad?
Julieta estaba exasperada y no sabía qué decir. ¿Cómo podía este hombre sonar tan seguro de sí mismo?
—Te aprovechaste de que estaba en coma para enviar en secreto a Dalila fuera de la ciudad antes de que despertara. Por la forma en que la protegiste, ¿no te preocupaba también que buscara vengarme de ella y la matara?
Los ojos de Leandro temblaron.
—No fui yo.
—¿No lo hiciste? Je, quién creería eso —Julieta lo miró fríamente—. Leandro, tú mismo habías dicho que no dejarías morir a Dalila.
Ella estaba segura de que había sido él quien lo había hecho. Después de todo, además de Leandro, ¿quién más tenía la capacidad de proteger a Dalila?
—Julieta, ¿todavía quieres ver a tu hermano? —Leandro estaba enojado.
Otra vez esta frase. Julieta soltó una carcajada. Cada vez que no podía discutir con ella empezaba a amenazarla. ¡Era obvio que tenía algo en mente!
—¿Me dejarías verlo?
—Depende de cómo te comportes.
Julieta no tenía ninguna esperanza. Forzó una sonrisa que era