El rostro de Leandro era sombrío mientras se dirigía a la puerta, pero Natalia tiró de él con un rápido movimiento.
—Señor Cisneros, ¿vamos a salvar a Dalila ahora?
—¡Suéltame! —contestó Leandro con frialdad sin girarse.
Pero Natalia no lo soltó. Lo alcanzó y se paró frente a él:
—Le gustas mucho a Dalila, ¿no deberías estar preocupado por ella?
El rostro de Leandro era muy sombrío. Levantó la mano y sacudió a Natalia. Sus ojos negros desbordaban intención asesina.
—¡No tienes ningún derecho de meterte en mis asuntos! —Dio unos pasos hacia delante, torció la cabeza y se mofó—: ¡Y la próxima vez cuida de tus manos y tu boca, o de lo contrario te la cortaré!
Al oír sus palabras, Natalia no pudo evitar un escalofrío. Estaba segura en ese momento de que Leandro era tal como se rumoreaba, un hombre despiadado y cruel. Admiraba un poco a Dalila y a Julieta. Si ellas pudieron permanecer tanto tiempo junto a hombres como Leandro, entonces de verdad eran muy valientes.
Lo que ella no sabía era