Julieta empujó a Leandro.
—Leandro, basta ya, ahora mismo volveré a casa contigo.
Leandro la miró con recelo y susurró.
—Cállate, cuando volvamos te castigaré como corresponde.
—Leandro…
Jorge se acercó e intentó tirar de la mano de Julieta y dijo:
—Señor Cisneros, si Julieta no quiere ir con usted, no debería limitarse su libertad personal.
Leandro lo apartó y le preguntó.
—¿Quién eres? ¿Por qué crees que tienes derecho a enseñarme cómo debo tratar a mi esposa?
—¿Alguna vez la has tratado como tu esposa? Está claro que restringes su libertad personal. Lo que ella haga o no, debería ser decisión de ella…
Al oír esto, Leandro no podía creer su insolencia:
—¿Me estás cuestionando?
Julieta temía que la ira de Leandro consumiera a Jorge, así que habló:
—Jorge, no digas más nada y vete de aquí.
Estas palabras tuvieron el efecto contrario a lo esperado y enfurecieron aún más a Leandro.
La mano en la cintura aumentó su fuerza hasta ser inaguantable; parecía que iba a partirla en dos.
—Juli