Julieta cerró los ojos y dejó caer unas lágrimas.
Leandro no la trajo de vuelta a la Península, sino que la llevó a otro departamento.
Guio a Julieta al baño, la puso en agua caliente y quiso ayudarla a desvestirse. Pero Julieta de manera inconsciente cerró los ojos y retrocedió, pensando que Leandro la volvería a lastimar.
El gesto hizo que Leandro sufriera un pinchazo en el corazón. Frunció el ceño, y dijo con impaciencia:
—Olvídalo, desvístete y báñate. Afuera tienes todo lo que necesitas, puedes descansar aquí el día de hoy y Dalila no te molestará.
Levantándose, añadió:
—Volveré esta noche para acompañarte. No te olvides de preparar la cena.
Tras decir esto, se levantó, cerró la puerta y se marchó. Acto seguido, ordenó a dos guardias que montaran guardia en la entrada del departamento.
Sólo después de asegurarse de que Leandro se había ido, Julieta quitó de su bolsillo el frasco con las pastillas y la tarjeta de negocios. Ésta última estaba mojada, por lo que la secó cuidadosament