Alessandro. Está mal, lo sé, pero no me importa... he conseguido los horarios de la iglesia y jamás había estado tan al pendiente de quien entra y quien sale de ese lugar como estos días. Hoy es sábado, tengo días que no he mirado por aquí a la pequeña fiera y comienzo a preocuparme en no verla por aquí, no quiero escalar a nivel 2 de acosador y buscar su casa.En el programa de la iglesia dice que va a ver confesiones dentro de pocos minutos y quién sabe quizás si la mire hoy por aquí, si no, nunca es perdida de tiempo el venir por estos rumbos, puedo meterme al club a entretenerme un rato, aunque eso no me parece tan alentador últimamente.Me pongo cómodo en el asiento del auto y recibo un mensaje de una chica que estoy considerando seriamente en aceptar sus llamados de lujuria, cuando un bonito cabello de un tono acaramelado inconfundible aparece en mi visión a lo lejos... tiene unos Jeans y una gran sudadera puesta, mis ojos se van a ese trasero que desearía apretar con ambas ma
Dania. Mi pecho sube y baja con agitación, no recuerdo si alguna vez llegué a correr de esa manera tan desesperada, no tengo idea de porque lo perseguí, pero fue una reacción que mi cuerpo adopto de repente, si lo hubiera alcanzado probablemente lo hubiera golpeado, abofeteado que sé yo... el sentimiento de molestia es tan grande, ¿Cómo pudo hacer algo así? Siento enojo al igual que cuando soy testigo de las mentiras de mi madre. Cuando lo vea de nuevo voy a... no sé, pero algo le voy a hacer y estoy segura de que volverá, uno no puede deshacerse de las cucarachas con tanta facilidad.— Hola, Dania, buen día, ¿vienes a las confesiones?- parpadeo varias veces y me paro firme, el padre esta al lado de mí, tiene una gran sonrisa en el rostro, de pronto me siento apenada de estar mirando fijamente en dirección a ese edificio del pecado. — Si, así es... - me aclaro la garganta y volteo a verlo. —Te miré persiguiendo a un muchacho.- los ojos castaños del padre se van en dirección al edi
Tengo un empleo, mi primer empleo, el lugar es de lo más acogedor, me emociona pensar que estaré rodeada del delicioso aroma a café humeante y pastelillos recién hechos. Es un local pequeño saliendo de la zona habitacional justo para ir a la parte más urbanizada de la ciudad, espero poder ir a conocer aquel lado, ahora que el mundo se ha expandido más allá de los muros del convento y el camino de ida y venida de la iglesia a casa, quiero conocerlo todo, ver todo...La mujer con la que me recomendó mi mamá es, agradable, pensé que sería algo diferente... como mi mamá; no quiero juzgar, pero el comportamiento de mamá no me parece el más adecuado, pero me dijo que cambiaría, por ella, por mí y papá, me hizo bien saber eso. Mi trabajo solo consiste en estar parada al otro lado de la barra, anotar los pedidos en una tableta y mandarlo a el área de cocina, me gustaría decir que me resultó fácil aprender, la mujer dijo que sería pan comido, pero no lo fue para mí y me siento un tanto avergo
Alessandro. — Ya déjala respirar un poco, cielos acabamos de salir de casa hace menos de una hora. Stefan me lanza una mirada de molestia, esta al teléfono preguntando a una de las empleadas si su querida Renata ya bajo a desayunar, me da gusto por ellos, lo digo en serio, pero no puedo evitar que se me revuelva el estómago cuando noto el amor revoloteando en el ambiente. — Oye... tengo hambre, tu hombre de confianza muere de hambre, me tienes trabajando en condiciones horribles.- Stefan pone los ojos en blanco y se concentra en el teclado de su teléfono. — Pararemos en alguna cafetería para comprar café, ¿Te parece bien, su majestad? — No, yo quiero unos huevos revueltos con tocino.- vuelve a mirarme, con esos ojos de molestia, no fuera Renata porque a ella si la mira bonito.— Uy ya, está bien un café me parece bien, con pan o galletas, tengo una dieta estricta y un hermoso cuerpo que cuidar. Pone los ojos en blanco, le indica al chofer parar en alguna cafetería de paso y en cu
Dania — ¿Cómo te fue en tu primer día de trabajo? La voz de mi padre me obliga a levantar la cabeza, estamos cenando todos juntos, mi madre tiene una sonrisa entusiasta en el rostro, me siento firme en mi lugar. — Pues en general, diría que regular... me costó mucho aprender a usar la tableta para los pedidos, la señora Andrea me dijo que sería pan comido, ya que era como mandar un texto del celular, pero le comenté que yo nunca he tenido un celular así que no sabía como usarlo, fue muy paciente conmigo, me enseñó y en unas cuantas horas logré hacerlo yo misma. Siento un poco dolorido el cuerpo, en especial las piernas por estar parada, pero con el tiempo me acostumbraré supongo. — Mañana te compraré un celular, no se me había ocurrido, pero creo que para los jóvenes son muy necesarios... — Eh escuchado que crean una adicción muy grande.- mi madre habla en lo que corta un trozo de filete y se lo lleva a la boca, mi padre se rasca la barbilla ligeramente, pensativo. — Eso ya depe
Dania Mantengo los ojos completamente cerrados y mis manos juntas, unidas palma contra palma a la altura de mi pecho; todo el salón se encuentra sumido en un silencio absoluto, mis oídos no logran percibir otra cosa que no sea algún sonido lejano del exterior, el canto de las aves o el sonido de las hojas al ser sacudidas por el viento; el templo de oración huele a madera, incienso y aceites, abro ligeramente uno de mis ojos solo para encontrar a todas las demás monjas a mi alrededor con los ojos cerrados y las cabezas bajas, absortas en sus plegarias.Los primeros minutos siempre hago mis comentarios y agradecimientos al señor, le agradezco por poder despertar un día más con salud, por tener un techo y alimento; al final le pido que siga cuidando de mí como lo ha hecho todo este tiempo, pido por el bien de los demás y después... mi cabeza comienza a divagar en otras cosas que no son dignas del momento destinado a la oración, como en sí el libro que leí me resultó un tanto aburrido,
Voy bajando las escaleras con mi maleta en una mano mientras la otra se desliza en la rugosa pared mientras desciendo, no es para sostenerme, en parte es una pequeña caricia para el muro, muro que mis manos cuándo eran pequeñas recorrieron por primera vez cuando subía y bajaba estas escaleras, una vez en el suelo me doy vuelta para mirar los escalones de concreto desgastado, escalones que ya no volveré a subir nuevamente.— Oye Dania...- me giro y veo a mi hermana Lili, abre mucho los ojos al tenerme de frente. — Wow... que bien tenías escondido ese par en el hábito religioso.— ¡Lili!. - le digo en lo que me abrazo a mí misma para cubrirme los pechos, no tengo idea de que me pasó, al cumplir los 17 años comenzaron a inflarse cada vez más, mi cuerpo es delgado así que llaman mucho la atención supongo. — Le encargué esta blusa a la hermana Sofía cuándo salió a la ciudad, pero cielos, no tenía idea de que la ropa estaba tan reducida. Ella suelta una risita y se acerca a donde estoy. —
Me pusieron mi trozo de pastel en una pequeña caja, para que lo llevara conmigo y terminarlo en mi casa..."mi nueva casa" algo que de solo pensarlo me deja un sentimiento extraño en el pecho, un lugar desconocido no podría considerarse un hogar, pero espero poder adaptarme pronto.Avanzo junto a la abadesa Gloria a la sala principal que es en donde me esperan mis padres para llevarme a casa, curiosamente mi maleta me parece muchísimo más pesada ahora, me siento muy nerviosa. Desde que me dejaron aquí a los 7 años solo he mirado unas pocas veces a mis padres, mamá no decía mucho, papa no decía nada, la ciudad está algo alejada de la zona excluida en donde se ubica el convento, además de que estaban muy ocupados, superándose como personas y tratando de ser mejores padres a lo que me dijo la abadesa, cierro los ojos un poco y suspiro antes de cruzar el umbral de la puerta, de pie esperan por mí en el centro de la sala un hombre y una mujer, sé que son mis padres, pero dentro de mí crece