Dania
Mantengo los ojos completamente cerrados y mis manos juntas, unidas palma contra palma a la altura de mi pecho; todo el salón se encuentra sumido en un silencio absoluto, mis oídos no logran percibir otra cosa que no sea algún sonido lejano del exterior, el canto de las aves o el sonido de las hojas al ser sacudidas por el viento; el templo de oración huele a madera, incienso y aceites, abro ligeramente uno de mis ojos solo para encontrar a todas las demás monjas a mi alrededor con los ojos cerrados y las cabezas bajas, absortas en sus plegarias. Los primeros minutos siempre hago mis comentarios y agradecimientos al señor, le agradezco por poder despertar un día más con salud, por tener un techo y alimento; al final le pido que siga cuidando de mí como lo ha hecho todo este tiempo, pido por el bien de los demás y después... mi cabeza comienza a divagar en otras cosas que no son dignas del momento destinado a la oración, como en sí el libro que leí me resultó un tanto aburrido, en que la hermana fulana se le miró el tobillo la vez pasada porque usaba calcetines cortos, en que ojalá den arroz con leche para la cena, en verdad adoro el arroz con leche. Siempre he carecido de disciplina para esto, me dijeron que orar es más como una plática con el señor en lugar de agradecimientos y solicitudes, así que supongo que no esta tan mal lo que hago, pero cielos, aquí dentro todo es tan aburrido y rutinario que no hay nada que contarle al pobre hombre, seguro se aburrirá de escuchar mi rutina de todos los días. Estoy segura de que no me mandará al infierno por no platicar con él hoy y solo mantener los ojos cerrados, estoy segura de que ya tiene bastante con escuchar a mis demás hermanas, me convenzo de que le estoy dando un pequeño descanso, me imagino que ha de ser pesado para él estar para todos y para todo en cualquier momento. Ahora mi mente va a mil por hora, emocionada, llena de éxtasis y eufórica, hoy es mi cumpleaños, 21 años, hoy es mi último día en este lugar, y no digo que fuera malo del todo estar aquí, pero me muero por ver el exterior y más que nada me emociona la idea de poder crear un vínculo con mis padres, poder ir a trabajar, estudiar, salir con amigas. Me mandaron a este lugar cuando yo tenía tan solo 7 años, digamos que no eran unos padres muy ejemplares en aquel entonces, estaban perdidos y sin rumbo, mandarme a este lugar fue un acto de amor y protección a mi persona en lo que ellos se encontraban a si mismos, oh por lo menos es en lo que la abadesa ha tratado de convencerme en este tiempo, ella notó el tormento en sus ojos hace años y los guió hacia el camino del señor, mis padres son personas totalmente diferentes a lo que fueron algún día y creo que yo también. Suena la campana anunciando que terminó la hora de rezo y yo soy la primera en pegar un brinco de mi sitio para levantarme de donde estoy, salgo de mi fila y camino con rapidez a mi dormitorio, tengo que prepararme, mis padres vendrán muy pronto por mí. — Tranquila, hermana Dania, me siento ofendida de que tengas tanta emoción por irte ¿De verdad te la pasabas tan mal con nosotros? - le sonrío a una de las hermanas más mayores cuando paso al lado de ella, siento que las mejillas se me ponen rojas de la vergüenza, no es esa la razón. — No claro que no, todos y todo aquí fue muy agradable, pero por fin podre vivir con mis padres ¡Mis padres! Aplaudo y golpeo el suelo con mis pies dando pequeños brinquitos, la hermana sonríe y niega con la cabeza, me doy la vuelta para continuar corriendo, o por lo menos intentarlo, ya que el hábito religioso no me lo permite muy bien. Subo con cuidado las escaleras levantando la tela para que me permita mayor movilidad en los pies, entro a mi habitación, ya tengo mi pequeña maleta de mano color rosa pastel preparada sobre la cama, y al lado de ella un cambio de ropa para mí, pantalones de vestir oscuros y camisa de manga larga blanca. Me comienzo quitar el hábito religioso, mis movimientos son algo torpes, me tiemblan las manos de la emoción que estoy tratando de contener. ¿Cómo será la casa de mis padres? ¿Tendrán un bonito jardín? ¡Tendré mi primer empleo! Un sueldo propio para comprarme libros... Voy a salir de aquí, por fin... cielos, pensar en eso último me acelera el corazón. La biblioteca de aquí está atascada de libros antiguos, de rezos o la historia de la iglesia, pero hay un muy pequeño número de libros que no tienen nada que ver con la iglesia y son muy pocas las hermanas a las que le llaman la atención, son libros "Prohibidos" para algunas, novelas de romance para otras. La hermana Gloria, la abadesa del lugar nos regañaba si nos encontraba alguno de esos libros en las manos, decía que nada de eso era real, que no merecía nuestra atención y que no perdiéramos el tiempo leyendo tonterías que solo nos llenaban la cabeza de fantasías, pero para mí nunca significó un problema el soñar. Algunas entran a este convento y se aíslan en estos muros sin tener la más mínima intención de salir de ellos, la hermana Gloria una de ellas... otras pocas como yo solo estamos de paso, algunas por voluntad propia para acercarse a la religión, otras para corregir sus caminos y unas otras enviadas por sus padres, yo entro en esa clasificación, supongo. Siempre esperé con ansias este día, el poder salir de aquí, tomar mi propio camino, tener un trabajo, amigas y.… un novio. Siento que la temperatura aumenta de solo pensarlo, quiero un amor como en esos libros, un valiente caballero, que sea bueno y amable, quiero un romance suave y lleno de ternura, suspiro de solo imaginarlo. — Señor, por favor dale un poco de emoción a mi vida de ahora en adelante... Porfa - digo echándole un último vistazo a mi ropa, tomo mi maleta y me giro para llegar a la puerta, de pronto la nostalgia golpea a mi pecho, me quedo parada en el umbral mirando la reducida habitación, mi cama pequeña en donde pasé noches y días en soledad, ese escritorio que le toco hacerla de almohada en más de una ocasión y mi ropero, que siempre fue tan grande como para llenar con la ropa que poseía y en él quedan las prendas que usaba todos los días aquí; estoy lista para pasar de página, una nueva historia llena de aventuras me espera. Sonrío ligeramente, con cuidado voy cerrando la puerta, las bisagras sueltan un pequeño chillido como si se despidiera de mí, hasta que se queda el silencio y solo se escucha el "clic" de la puerta.Voy bajando las escaleras con mi maleta en una mano mientras la otra se desliza en la rugosa pared mientras desciendo, no es para sostenerme, en parte es una pequeña caricia para el muro, muro que mis manos cuándo eran pequeñas recorrieron por primera vez cuando subía y bajaba estas escaleras, una vez en el suelo me doy vuelta para mirar los escalones de concreto desgastado, escalones que ya no volveré a subir nuevamente.— Oye Dania...- me giro y veo a mi hermana Lili, abre mucho los ojos al tenerme de frente. — Wow... que bien tenías escondido ese par en el hábito religioso.— ¡Lili!. - le digo en lo que me abrazo a mí misma para cubrirme los pechos, no tengo idea de que me pasó, al cumplir los 17 años comenzaron a inflarse cada vez más, mi cuerpo es delgado así que llaman mucho la atención supongo. — Le encargué esta blusa a la hermana Sofía cuándo salió a la ciudad, pero cielos, no tenía idea de que la ropa estaba tan reducida. Ella suelta una risita y se acerca a donde estoy. —
Me pusieron mi trozo de pastel en una pequeña caja, para que lo llevara conmigo y terminarlo en mi casa..."mi nueva casa" algo que de solo pensarlo me deja un sentimiento extraño en el pecho, un lugar desconocido no podría considerarse un hogar, pero espero poder adaptarme pronto.Avanzo junto a la abadesa Gloria a la sala principal que es en donde me esperan mis padres para llevarme a casa, curiosamente mi maleta me parece muchísimo más pesada ahora, me siento muy nerviosa. Desde que me dejaron aquí a los 7 años solo he mirado unas pocas veces a mis padres, mamá no decía mucho, papa no decía nada, la ciudad está algo alejada de la zona excluida en donde se ubica el convento, además de que estaban muy ocupados, superándose como personas y tratando de ser mejores padres a lo que me dijo la abadesa, cierro los ojos un poco y suspiro antes de cruzar el umbral de la puerta, de pie esperan por mí en el centro de la sala un hombre y una mujer, sé que son mis padres, pero dentro de mí crece
Mamá dijo que la casa era grande, jamás imaginé que, de este tamaño, papá nos dejó en la entrada en lo que él iba a meter el auto en la cochera, permanezco plantada con mi pequeña maleta colgando de mi mano mientras mantengo la cabeza en alto, es una casa de dos pisos, el techo tiene forma triangular y noto una pequeña ventana hasta arriba, está muy pequeño para ser otro piso así que supongo que es el ático. — Vamos dentro, te llevaré a tu habitación.Asiento y mamá toma mi brazo para encaminarme al interior, en cuanto la puerta se abre el aroma a inciensos y velas aromáticas de vainilla me golpea la nariz, se me revuelve un poco el estómago por la mezcla de aromas. Un gran espacio libre nos recibe, hay muebles con floreros altos a los lados, mamá me toma de la mano para seguir avanzando, ya que comencé a disminuir el paso mientras observaba el... interesante tapiz de las paredes.— Ahí está la sala de estar.Señala del lado izquierdo y sigo la dirección de su dedo, está una estanci
Otra cualidad mía por así decirlo es que... soy muy trasparente, cuando algo me desagrada, no me esfuerzo por evitarlo, si estoy molesta o algo no me gusta quiero que los demás lo noten, así que espero que mis padres se den cuenta de que la presencia de este sujeto aquí, en mi nuevo hogar, no es de mi agrado, mi padre aclara la garganta. — Dania, Jerry va a la iglesia con nosotros... redirigió su camino y confió su vida al señor para reconstruir su persona y ser el hombre de bien que es ahora.Levanto una ceja, se diría que yo más que nadie después de venir de dónde vengo debería de confiar en los milagros de manera ciega, pero tratándose de ese hombre me permito el beneficio de la duda. — Todos en esta casa somos ciervos del señor, así que esperamos que lo trates como un hermano más Dania, "Debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor" Me contengo de resoplar por la nariz, jamás había puesto en duda la pala
Ya han pasado dos semanas desde que llegué a casa, me gustaría decir que todo ha mejorado, pero no es así, me siento en punto muerto con mis padres. A lo que he podido ver en todo este tiempo es que mi madre es una persona completamente superficial, y mi padre es tan reservado que tendría que amenazarlo con un tenedor para que suelte más de 10 palabras consecutivas. Es domingo, estamos en la iglesia, como me lo dijeron todos los domingos, miércoles y viernes venimos a las misas, le conté a mi madre mis hábitos de rezo en el convento, así que venimos como 3 veces a la iglesia al día a rezar, a partir de la siguiente semana me tocará venir sola y sinceramente estoy algo emocionada de tener tiempo a solas. La misa se termina y como siempre se arman los grupitos a la salida que se ponen a platicar. — ¡Nora! ¡Hola! - una mujer que en ninguna de las veces anteriores había visto se acerca a mi madre que está colgada del brazo de mi padre, cuando mira a la mujer de cabello negro y largo s
Alessandro — ¡Mueve ese trasero bebé! La chica que baila en el tubo en medio de la pista me hace caso, se inclina y mueve su redondeado trasero en círculos en dirección a mi cara, suelto un chiflido y le arrojó unos dólares a la pista, me dejó caer en el respaldo del asiento y tomó un trago a mi bebida. Trato de enfocar la mirada un par de mesas al frente y me encuentro con la mirada desaprobatoria de Stefan, esos ojos azules parecen negros desde esta distancia y por la poca iluminación, me mira como si tuviera ganas de matarme, no me preocupa, me lanza esa mirada muy seguido, pero que sé que no me matará soy su primo después de todo. La mujer se acerca a donde estoy reclamando mi atención total, ella abre las piernas en lo que se me sube encima para frotarse con mi entre pierna logrando ponerme duro al instante, mueve sus pechos provocativamente frente a mi rostro y logró atrapar parte de la piel que asoma de su sujetador entre mis dientes, ella suelta un delicioso jadeo, se incl
Dania.Estamos todos en la mesa, cenando, pero en esta ocasión mi madre no ha dejado de hablar sobre aquella mujer de la iglesia que se fue de vacaciones con su familia a un lugar que curiosamente mi madre siempre ha querido ir, mi padre la escucha atentamente, le promete que pronto iremos también, ahora la comida me sabe insípida, no puedo detener las palabras que se me escapan de la boca, aquellas que han estado dando vueltas en mi cabeza. — ¿Por qué mintieron con respecto a las razones por las que yo terminé en el convento?Mi madre se queda callada de golpe y sus ojos tanto como los de mi padre se posan en mí, pero yo solo miro fijamente a mi mamá que fue la que dijo la mentira, ella se acomoda firme en su silla y me lanza una mirada molesta. — Ya te dije que a tu padre no le gusta hablar del pasado, es mucho mejor una mentira piadosa que tener que pasar por la vergüenza de contar las verdaderas razones ¿No crees? No, no creo, desde que salí del convento me he visto en la neces
Alessandro. Esta vez Stefan no me permitió divertirme un poco, tuve que estar presente en la reunión improvisada creada solamente para que Stefan anunciara que ahora yo estaría a cargo de esta negociación, no quiero responsabilidades, estoy muy chico aún. — Stefan estoy muy chiquito para estar a cargo. - le digo en lo que empujamos las puertas para salir del club, él solo resopla. — Pero para andar de verga loca si eres muy mayorcito ¿no? — No compares Stefan, por andar de verga loca no hay riesgo de que me maten de un tiro. - él pone los ojos en blanco. — Estoy seguro de que sigues vivo porque ni en el cielo ni en el infierno te quieren.Sonrío, miro al frente y la sonrisa se me borra y no precisamente por falta de felicidad, sino de... ¿Emoción quizás? La misma chica del día anterior está parada junto con otras más en la entrada de la iglesia, el lugar está más solitario que el día de ayer, es mi oportunidad. — Mira y aprende... quizás así puedas conseguir que Renata te quier