Sasha tarda unos segundos en responder con un simple: “a tu gusto,” lo que deja a Miguel algo decepcionado. Esperaba que ella dijera algo diferente, quizá algo más posesivo, como que ella sería quien bailaría con él, o que no pensaba compartirlo porque esta noche él era suyo. Cualquier cosa, menos eso. Menos ceder con esa postura educada que él mismo había exigido, y en ese momento, siente una punzada de frustración.
Laila, satisfecha con la respuesta, entrelaza su mano con el brazo de Miguel y lo guía delicadamente al centro de la pista. Pero Miguel no permite que se alejen demasiado; sus sentidos permanecen atentos a Sasha.
La música clásica resuena en el salón, y varias parejas toman sus lugares en el centro. Miguel finge concentrarse en la danza, pero el toque de Laila en su hombro le resulta incómodo, y su aroma le parece desagradable. Soporta el momento, sonriéndole como si estuviera plenamente interesado, pero internamente cuenta los minutos para que esto termine.
— Lo siento,